Siempre he sostenido la tesis que ser priísta es una forma de ser, de actuar y de aparentar; no es una afiliación partidista. Es por ello que encontramos “priístas” en todos los partidos e incluso en los sin partido. El PRI le ha hecho un gran daño al país, a diferencia de lo que sostiene su pre candidato José Antonio Meade, de que “México le debe mucho al PRI”.

Primero, debe quedar claro que el PRI no cree en la democracia ni en el sufragio efectivo. En el PRI está arraigada la cultura del fraude electoral, la compra y coacción del voto, el uso del poder público a favor del partido, el uso de programas sociales y el dinero público ilegal en las campañas; la fuerza pública y los servicios de inteligencia al servicio del partido para ganar y conservar el poder, etcétera.

Todo esto el priísta lo trae en las venas, en su ADN. Basta recordar el famoso “fraude patriótico” en Chihuahua en 1986 y muchos otros incluso del siglo XXI. Sigue teniendo un rol importante una parte del magisterio en la operación de los fraudes electorales al menos desde 1983 a la fecha.

El priísta es “gandalla”, como dice Arne Aus den Ruthen. Basta recordar a don Fidel Velazquez declarando que ellos eran “los herederos de la Revolución”. Esa condición de heredero da al priísta todo el derecho a robarse una elección y esto da origen al segundo elemento del ADN priísta, el patrimonialismo en el ejercicio del poder.

Es decir, el priísta se cree dueño y no reconoce su condición de empleado como gobernante, por tanto no rinde cuentas; por el contrario el priísta dispone del poder público a su antojo y por supuesto para su beneficio personal y de su partido. Esto lo consideran un derecho inherente a su condición de dueño, lo cual da origen al tercer elemento del ADN priísta: la corrupción y el abuso del poder. Ya en su momento el presidente Enrique Peña Nieto, prototipo del ADN priísta, nos decía que la corrupción era un asunto “cultural”, y tenía razón, es cultural en el ADN priísta.

Recordemos que el sistema político mexicano (PRI-gobierno) no es un sistema corrupto solamente, es un sistema corruptor; así, en México padecemos un problema de corrupción organizada, es decir, una red de complicidades que constituye mafias de corrupción que ahora se han entendido perfectamente con el crimen organizado, dando origen a la narcopolítica.

Hoy se sabe que el sexenio de Carlos Salinas de Gortari fue uno de los más corruptos, incluso donde creció estrepitosamente el narcotráfico en nuestro país. En mi natal Sinaloa era conocida la relación de Raúl con la gente de Navolato, donde algunos diputados priístas eran enlace entra ambos poderes, el terrenal y el de los cielos.

La otra cara de la corrupción es el abuso del poder. “El priísta que todos llevamos dentro” hace creer que cuando llegas al poder público tienes derecho a abusar de el. Así, se usa para amenazar, para infundir temor, para reprimir, para invadir tierras, echarte un problema legal, dañar tu negocio, pegarte un balazo o incluso matarte si es necesario, porque te convertiste en una amenaza real al poder. Ejemplos de esto son los casos de Maquio y Colosio, por mencionar algunos.

Finalmente, esta mentalidad corruptora esta llevada al extremo al corromper al pueblo a través del paternalismo. Hoy los mexicanos padecemos antidemocracia, corrupción, abuso del poder, y además el paternalismo castrante que mantiene jodido al pueblo de México a través de dádivas. Este paternalismo ha creado dependencia hacía el gobierno y esto ha sido usado para seguir ganando elecciones, pisoteando la dignidad de los más pobres. El modelo es perverso, quienes fomentan la marginación y la pobreza son los que se benefician de ella. Por eso el PRI te necesita jodido.

¿Cómo se puede ser candidato del PRI, sin ser priísta? ¿Cómo se puede no ser priísta y permitir que se hagan todas estas cosas del chip priísta?

¿Cómo se puede no ser priísta y hacer todas estas cosas? ¡Imposible!

Diputado federal independiente.
@ ClouthierManuel

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