Cuando hablamos de desarrollo, usualmente hacemos referencia a los países nórdicos. Ese es el primer mundo con instituciones de primer mundo. Su sistema electoral está basado en la confianza y no necesitan la maraña de reglas que nosotros tenemos para organizar elecciones y dar certeza en los resultados. Pues bien, en Dinamarca, hace unos días, como cada cuatro años, hubo elecciones regionales y locales. Los extranjeros que tienen más de tres años de residencia en el país tienen derecho al voto en estas elecciones, independientemente de si tienen permiso temporal o permanente de residencia. Una amiga mexicana —que reside en Copenague— acudió a ejercer su derecho al voto y se encontró con una sorpresa.

La hoja con la que se elige no tiene papel seguridad, no la custodia el ejército durante su traslado y no tiene impreso el logo de los partidos. Sólo contiene un listado con las opciones partidistas seguido por los nombres de los candidatos y la comuna en la que habrán de desarrollar sus propuestas de campaña.

En esta ocasión, junto a los partidos históricos de Dinamarca, como el Partido Liberal fundado en 1870 o el Partido Socialdemócrata, fundado en 1871, aparecía como opción G, el Partido “Hagamos Fiestas Mexicanas” impulsado por un joven de 24 años, Michael Staal-Olsen, cuya propuesta era hacer una fiesta mexicana con mucha cerveza. Así como lo leen.

¿Un espacio para la broma? El partido era caricaturizado con guacamole al lado del votante con sombrero. Pues, a pesar del absurdo, el recuento dio como resultado que este partido obtuviera mil 137 votos y, con ello, el derecho a recibir 5 mil 658 coronas danesas al año.

Ante la pregunta de si Michael no consideraba que estaba desviando votos y recursos para partidos con propuestas serias, el joven danés comentó que era mejor opción que un voto en blanco.

En redes se comentó que en Dinamarca lo mexicano puede tomarse a burla, como una cultura ridícula —y que el mensaje hubiera podido ser que la política danesa es tan ridícula como la cultura mexicana—, obviamente con absoluto desconocimiento de nuestra cultura.

Las elecciones recientes las ganaron los socialdemócratas, que tuvieron un crecimiento muy importante respecto de las elecciones del 2013. El partido fue ganador en 4 de las 5 regiones y Frank Jensen se mantiene como alcalde de Copenague. El partido liberal fue el segundo más votado. Hay una parte seria en las elecciones danesas que contrasta con el espacio de la burla o —si se quiere ver así— de la inclusión de todas las propuestas, aún de las más absurdas.

En ocasiones anteriores ya había participado el “partido del amor” o el “del caballo muerto”.

México y Dinamarca han mantenido relaciones diplomáticas desde 1827. (Pocos años después de consumada la independencia). De hecho, este año, del 2 al 4 de abril, el primer ministro danés visitó México y, el 13 y 14 del mismo mes, correspondimos la visita. A pesar de todos estos años de relaciones, es poco lo que sabemos un pueblo del otro. El escritor danés más leído en México ha sido Andersen, con sus cuentos para niños. Tal vez por ello siempre se piensa en Dinamarca como el lugar de los cuentos de hadas. Además de que, si se revisa el índice de prosperidad, ese país siempre está entre los mejores para vivir. Sin embargo, a cualquier mexicano que migre hacia allá le va a hacer falta el calor (temperatura ambiente) pero, ante todo, el calor humano. Cabe la posibilidad de que el joven danés que propuso el partido, haya asistido a alguna fiesta mexicana y la siga añorando.

La riqueza cultural de un país se pierde al quedar atrapada en un estereotipo. De ahí el poco entendimiento entre los pueblos y los espacios para la xenofobia. Tenemos que poner atención al fenómeno aún en el terreno de lo absurdo.

Directora de Derechos Humanos
de la SCJN. @leticia_bonifaz

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