El miércoles pasado, Julia Carabias se convirtió en la sexta mujer que recibe el máximo reconocimiento que otorga el Senado de la República desde 1954: la medalla Belisario Domínguez. El presidente Ruiz Cortines envió, en 1953, una iniciativa al Congreso para crear este galardón con el objeto de “premiar a los hombres y mujeres mexicanas que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente como servidores de nuestra Patria y de la humanidad”.

El año de creación de la medalla coincide con el otorgamiento del voto a la mujer y el propio Ruiz Cortines propuso a la pedagoga Rosaura Zapata como la primera galardonada.

Nueve años después, en 1963, la medalla se otorgó a María Hernández Zarco. La valiente mujer que ayudó al senador Domínguez a imprimir el discurso incendiario que le costó la vida. Ella era nieta de Juan Hernández Dávalos y del gran Francisco Zarco.

En 1969, la viuda de José María Pino Suárez, María Cámara Vales, profesora de educación primaria, recibió la medalla por los méritos de su esposo. Dieciséis años después, María Lavalle Urbina, primera mujer presidenta del Senado y representante de México ante la ONU y la UNESCO, recibió el reconocimiento.

Once años más tarde, en 1996, la primera gobernadora, Griselda Álvarez, fue distinguida con la condecoración. De entonces para acá, habían transcurrido 21 años sin que ninguna otra mujer se hiciera acreedora al reconocimiento, no obstante la creciente participación de muchas mujeres en la vida política, cultural, económica y científica de México.

Julia Carabias es la primera bióloga en recibir la medalla. Fuera del ámbito de las ciencias sociales, cuatro médicos han recibido la presea y el mismo número de chiapanecos por nacimiento. Aunque nació en la Ciudad de México, ella puede considerarse chiapaneca por elección, porque su trabajo de los últimos años se ha desarrollado en la selva lacandona, específicamente en la estación Chajul, junto al Río Lacantún en la Reserva de la Biósfera de Montes Azules. Ahí desarrolla proyectos de investigación que contribuyen al desarrollo sustentable; difunde la importancia de la biodiversidad y concientiza sobre los efectos nocivos del cambio climático.

Durante toda su vida, ha tratado de convencer de la importancia de algo que sería ya relevante, pero que, como lo dijo al recibir el premio, sólo tomamos conciencia cuando llega el desastre que, por cierto, le llamamos natural a pesar de que es producto, casi siempre, de nuestras propias acciones.

La maestra Carabias fue la primera secretaria —y única hasta ahora— de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Cuando fue invitada a formar parte del gabinete de Ernesto Zedillo ya traía un trabajo consolidado que le daba credenciales suficientes para desempeñar el cargo. Gran parte de la información que hoy tenemos sobre la situación de los recursos naturales en México se comenzó a generar desde aquella época. Fue en Comitán —la tierra de Don Belisario— donde Julia se enteró que había sido merecedora de este reconocimiento, que se suma a otros de gran prestigio internacional, como el Cosmos, el Getty y Campeones de la Tierra.

En su discurso en el Senado, Julia agradeció a sus mentores, a sus colaboradores, a su hija y a las muchas generaciones que ha formado en la UNAM y que son las que le permiten mantener el optimismo en cuanto a que aún es posible revertir muchos de los daños que hemos provocado. Habló de que necesitamos ser más conscientes de nuestros patrones de consumo y también de que hemos sido soberbios al creernos superiores a cualquiera otra especie. Ningún mejor referente de nuestro tamaño que las enormes ceibas que han atestiguado el trabajo de la galardonada.

¡Felicidades Julia!, fue premiada tu ciencia, tu virtud, tu tesón y tu calidad humana.

Directora de Derechos Humanos
de la SCJN. @leticia-bonifaz

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