Huatulco.— Este fin de semana he sido invitado por mis colegas internacionalistas para discutir la relación bilateral con Estados Unidos. Parte de mi reflexión, por supuesto, la expresé en la columna de ayer sobre los temas comerciales, pero el centro de las inquietudes que compartía con mis colegas me parece que tiene un interés general y es el capítulo de la seguridad.

Me sorprende que el gobierno federal tenga un mapa cerebral tan desigual. Es decir, que no tenga la capacidad de establecer prioridades inversas, que no es otra cosa que preocuparse por aquello que no solamente no hace bien, sino que en muchos casos implica que las asimetrías puedan ser más nocivas para el interés nacional. Me refiero al combate a la delincuencia organizada y sus efectos directos e indirectos en los dos países.


En otras palabras, si en lo comercial tenemos (con todos los problemas descritos) una delegación discutiendo las prioridades, en seguridad no tenemos ni siquiera una formulación explícita de lo que México supondría que se debe hacer en la materia y eso (que me perdonen) es una enorme debilidad en la formulación del interés nacional y en la capacidad de articular la voluntad nacional. Un país soberano debe formular a sus socios su proyecto nacional y el tipo de cooperación que quiere tener. Eso no significa que los demás los respetarán, pero significa que tiene claridad para expresar el interés nacional.

Excluyo del tema seguridad el capítulo de la defensa, pues la relación entre altos mandos militares de los dos países parece no solamente aislada del discurso trumpista y de la incertidumbre comercial, sino que se ha convertido en un ancla la relación bilateral que no podemos soslayar. Pero no habido una palabra alentadora sobre el tipo de cooperación que deberíamos tener para combatir a grupos criminales, limitar su capacidad de fuego y por supuesto estrechar sus posibilidades de manejar recursos económicos. No sabemos si el gobierno quiere mantener Mérida como paradigma de trabajo entre otras cosas porque desde que inició esta administración se dedicó a denigrar sus alcances y los montos de la cooperación. Muy bien, si no es Mérida, ¿qué es lo que México quiere?

Trump ha dejado ver que su intención es apoyar intervenciones directas si México no pudiese controlar la violencia criminal y ésta fuese a los ojos de los vecinos una amenaza directa a su seguridad nacional. Y me pregunto: estamos esperando entonces que cambie de opinión como esperábamos también que cambiara en temas comerciales o deberíamos estar ya planteando con el mismo espíritu multipartidista y plural que sugería para los temas comerciales un pacto para enfrentar la grave crisis de seguridad que este gobierno ha sido incapaz de gestionar a la baja.

La seguridad nacional tiene dos componentes fundamentales uno es el interno, del cual no me ocuparé hoy y el otro es el tipo de relación que queremos tener con EU. No hay manera de que en la ecuación de seguridad uno y otro olvidemos que las relaciones comunes, entre las personas y las naciones, se rigen por una línea discontinua de cooperación y conflicto. No tenemos un entendimiento básico pactado con el gobierno de Trump que fomente la cooperación y por el contrario tenemos muchos incentivos para que el conflicto y la actuación unilateral de los vecinos empiece a ser la norma.

Si las burocracias de las agencias de seguridad han actuado unilateralmente en momentos en los que tenían algún freno político, es muy riesgoso que no se establezca una línea política muy clara entre lo que sería aceptable y lo que no. Sabemos bien que con el presidente de EU podemos imaginar lo peor y más aún en tiempos en los que tendremos un año con dos presidentes, uno que no llega y otro que no acaba de irse.

Si el Ejecutivo no lo hace por debilidad o falta de consistencia (parece más preocupado por generar incertidumbre en el proceso electoral al defenestrar al fiscal electoral) el Legislativo debería tomar las riendas del asunto y sugerir cuál debería ser el mapa para establecer una posible relación con el gobierno americano en materia de seguridad, de otra manera estaremos al arbitrio de un presidente que no se tocaría el corazón si hubiese que apostar por una intervención directa.

Analista político.
@LeonardoCurzio

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