Creo firmemente en la bondad de la deliberación pública. Me parece que todo espacio abierto para que distintas voces expresen su sentir y su conocimiento, debe ser recibido con beneplácito. Sin embargo, pienso que hay mejores formas de sacar provecho al diálogo con metodologías apropiadas, como las que han desarrollado algunos académicos, las cuales ayudan a organizar la discusión y extraer el máximo rendimiento de su ejercicio colectivo. Sin duda, los foros son un espléndido espacio que podría ser utilizado con más conveniencia si se adopta un método deliberativo más riguroso. Además, si hubiese una ponencia central en cada uno, ayudaría a dar profundidad a dichos espacios.

Hasta ahora, el discurso sobre seguridad se ha movido en el plano más amplio de la pacificación, el perdón y el olvido. No quito relevancia a esa discusión, pero creo que la conversación debe tener distintos estratos. No todos tenemos la cultura filosófica suficiente para debatir los alcances del perdón o lo que implica la edificación de un memorial de agravios con la respectiva indulgencia. Perdonar, pero no olvidar, es una forma de frasear las cosas, pero claramente no ayuda a aterrizar una estrategia que no es otra cosa que organizar y dar coherencia a los fines que se persiguen con los medios de los cuales se dispone. Son dos planos que no se excluyen, pero tienen lenguajes, ritmos e interlocutores diferentes. Habrá personajes, como Javier Sicilia, que pueden moverse en las dos orillas del debate, pero para quienes carecemos de la inspiración filosófica suficiente, no nos queda que remitirnos a la capacidad institucional, la ley, el poder de las organizaciones criminales y el estado que guardan los policías. Por cierto, celebro que se haya agregado un foro para hablar de estos últimos, pues son un componente fundamental para cambiar las cosas.

No hay manera de tener una visión cabal de lo que se puede hacer si no tenemos claras las prioridades por atender. Nos hace falta salir del dilema clásico de la lucha política, en el cual se afirma que la situación se debe a malas decisiones de gobiernos anteriores. Es conocido el estribillo de la guerra que inició Calderón y creo que la discusión debería centrarse no en lo que hizo (que ya es pasado) sino en lo que puede o debe hacer el próximo gobierno.

Una de las críticas a las dos administraciones anteriores es que carecieron de un órgano de inteligencia que auxiliara al presidente en la toma de decisiones, que ponderara y proyectara los impactos que las decisiones y que ayudara a poner, en el escritorio del mandatario, documentos que advirtieran que una intervención federal en un estado puede cambiar la correlación de fuerzas en el terreno en un momento determinado, pero eso no significa, en modo alguno, que se estén transformando las condiciones que prohíjan el fenómeno delictivo. Los elementos federales han intervenido en estados y han cambiado el equilibrio de fuerzas, pero no han transformado el contexto que explica por qué este país tiene (aunque a los políticos les duela reconocerlo) un porcentaje importante de su población que vive, directa o indirectamente, de la economía criminal. En la coyuntura actual —me decía Olga Sánchez Cordero en una reciente entrevista en Radio Fórmula— el presidente electo considera fundamental que la inteligencia se concentre en el secretario de Seguridad Pública. Considero un grave error dejar que la seguridad siga siendo materia de la Secretaría de Gobernación y que ésta carezca de un órgano de inteligencia que la ayude no solo a tener una visión más profunda de la realidad, sino a contrapesar, con argumentos, las versiones que generen otras agencias. El presidente no puede depender de una sola línea de información y Gobernación debe tener la capacidad de ponderar riesgos y valorar trayectorias de las decisiones en Palacio Nacional. Creo que el Estado mexicano debe tener un órgano de inteligencia estratégica. Termino diciendo que, si bien creo en los foros y en la deliberación pública, creo más en los libros y en los argumentos que expresan experiencia y conocimiento. Circula un texto de Jorge Carrillo Olea en el que se explica, con claridad, por qué el Estado, una y otra vez, ha eludido la conformación de un órgano de inteligencia estratégica. Espero que el presidente electo lo lea y que, en esta redefinición, aquilate la relevancia de disponer de un órgano profesional y con autonomía que se dedique a asistirlo en la toma de decisiones. Eso es lo que hacen los órganos de inteligencia serios y no ser aparatos de espionaje de periodistas, activistas y críticos.

Analista político.
@leonardocurzio

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