En sentido estricto, la fuerza parlamentaria que se le ha dado a López Obrador no es comparable a la de los últimos presidentes. Morena por sí mismo no tendrá esa mayoría absoluta en el Congreso, pero sí con sus partidos aliados; el PES (pese a haber perdido el registro) y el PT. Aún más, con pocos diputados y senadores que coopte de otros partidos (y no faltará quienes levanten la mano), Amlo contará con mayorías calificadas para modificar la Constitución. Pero de haber ido Morena por sí mismo, incluso recibiendo la votación del PES y el PT, no podría tener la fuerza que ahora tendrá. Conviene pues ir en coalición. ¿Por qué? Por un lado, la coalición Juntos Haremos Historia tendrá 306 diputados. Si Morena fuera solo, no podría tener más de 300 pues la Constitución lo prohíbe desde 1993. Como coalición o alianza informal podrá obtener los 330 diputados que implican mayoría calificada.

Por otro lado, y contrariamente a lo que muchos esgrimen, la nueva hegemonía parlamentaria que tendrá López Obrador no fue decidida por una mayoría de electores. En diputados (y senadores) sólo el 43 % votÓ por esa coalición, lo que implica que un 57 % de electores no quiso darle a Amlo la mayoría absoluta. Es decir, un 10% de electores votó por Amlo para presidente pero no por sus partidos en el Congreso. Sin embargo, gracias a la cláusula de sobrerrepresentación que aún persiste en la legislación electoral (desde 1996) podrá tener 18% más de escaños que el porcentaje de votos que obtuvo en las urnas. ¿Cómo es eso? La ley permite una sobrerrepresentación máxima de 8% a cada partido. Así, suponiendo que hubiera sido sólo Morena quien hubiera recibido la votación total de la coalición obradorista (43%), ese partido tendría 51% de curules (255 en vez de los 306 que tendrá la coalición). En cambio, al haber ido en alianza con dos partidos más, cada uno de ellos puede estar sobrerrepresentado hasta en 8%; sumados los tres, en principio podría haber hasta 24% de sobrerrepresentación. Tendrá en realidad 18% de sobrerrepresentación (del 43% de votos que recibió al 61% de curules que detentará la alianza).

Eso implica que el resto de partidos (ahora la oposición formal), estarán en conjunto subrrepresentados en ese mismo monto, 18%. La cláusula que benefició durante años al PRI ahora favoreció a López Obrador, y con creces. De no existir dicha cláusula de sobrerrepresentación, la coalición obradorista tendría alrededor de 215 curules, en lugar de las 306 que tendrá; ¡91 asientos menos! En tal caso, se habría dado un equilibro parlamentario (al no darle a ningún partido ni coalición la mayoría absoluta); el PAN y el PRI tendrían más fuerza y por tanto ejercerían mayor contrapeso institucional. Es decir, estaríamos hablando de un cambio de gobierno pero no de régimen; no estaríamos hablando de la restauración del viejo presidencialismo o de una nueva hegemonía (con los riesgos que eso supone en términos democráticos).

La nueva hegemonía legislativa de Amlo no es por tanto producto de la voluntad mayoritaria expresada en las urnas, sino efecto de una obsoleta disposición electoral que persiste hasta nuestros días y que distorsiona la representación en buena medida. Y esa mayoría absoluta conseguida artificialmente dará paso a que López Obrador cuente también con una mayoría constitucional, que ni de lejos tendría de haber obtenido apenas 215 escaños (43%) que equivaldría al porcentaje de sus votos, en lugar de los 306 que tendrá (61%). Nadie sabe para quién trabaja. El PRI y el PAN pudieron cambiar dicha disposición hace mucho. Ahora nadie lo hará. ¿O acaso modificará Amlo la ley para que desaparezca esa sobrerrepresentación en el Congreso, que en adelante le favorecerá? Desde luego que no. En cambio, hará en 2021 campaña directamente (a través de la revocación de mandato) para preservar o incrementar su nueva hegemonía legislativa.

Profesor afiliado del CIDE.
@ JACre spo1

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