Desde luego que la prisión de Elba Esther Gordillo siguió la vieja pauta del régimen priísta cuando decidía encarcelar a alguien. Se buscaba ganar algo de legitimidad para el gobierno entrante, o bien castigar o remover a algún enemigo político (normalmente se buscaban ambos propósitos a la vez). A la clase política le quedaba bien claro que el mensaje no era; “Si te corrompes podrás visitar la cárcel”, sino más bien, “Si estás en malos términos con el presidente, podrías ir a prisión”. “Venganza, no justicia” era el lema vigente. De modo que en ese cálculo sólo intervenía no entrar en conflicto con el presidente para tener una buena probabilidad de permanecer impune pese a que se incurriera en corrupción. Y tan ineficaz resultó ese método para combatir la corrupción, que por eso hemos llegado a los niveles a los que hemos llegado. En ese mismo esquema puede ubicarse la encarcelación de la maestra por parte de Enrique Peña Nieto.

Evidentemente, el poder del que dispuso la maestra desde su encumbramiento en el SNTE fue tal que incluso los presidentes panistas prefirieron aliarse con ella en lugar de confrontarla, con lo cual el PAN en realidad fortaleció el corporativismo sindical que históricamente había ofrecido desmantelar. Por lo cual Elba Esther, en el pináculo de su poder, calculó que podía retar y enfrentar al nuevo presidente Peña Nieto, algo parecido a lo que le sucedió a La Quina con Salinas de Gortari. Y como además estaba la reforma laboral-educativa de por medio, Peña decidió encarcelarla. Fue en estricto sentido un “Elbazo” al viejo estilo (y por tanto, estéril en el combate a la corrupción).

Pero lo que sí distingue el caso de la maestra es su retorno triunfal. Nadie que hubiera estado en esa situación salió de la cárcel aún con fuerza y temple para recuperar lo perdido, buscar ventana y seguir jugando políticamente. Muchos suponían, durante su prisión, que ocurriría lo mismo con ella; al cumplir su condena, regresaría a su casa sin fuerza personal ni política. Pero baste comparar la imagen de La Quina al ser liberado con la de Gordillo. Que ocurran así las cosas sólo puede explicarse por un factor esencial: se llama López Obrador. No hablo de su liberación, pero sí de su retorno al SNTE. La maestra buscó aliarse con AMLO, quien había rechazado aliarse con ella en 2006 por razones de congruencia ética, mismas que en 2018 decidió que estorbaban a sus fines políticos. Finalmente, hubo acercamientos y apoyos en 2017 para la elección del Estado de México, si bien aún entonces López Obrador se ofendía cuando le preguntaban al respecto. En 2018 la alianza con los gordillistas fue aún más obvia.

Y por cierto, los maestros del Panal siempre habían hecho un voto útil mayoritariamente a favor de AMLO. Hay identidad ideológica entre el magisterio y AMLO. En 2006, el 78 % de los electores del Panal votaron por un candidato distinto al suyo, y en 2012 dicha proporción fue de casi la mitad. En ese 2012 el 92% del voto útil benefició a López Obrador. Todo lo cual nos llevaba a pensar que en 2018 el voto útil del Panal favorecería nuevamente a López Obrador, y así fue. El 60% del votante de ese partido en el Congreso no votó por su candidato, sino por otro distinto. Además, varios de quienes solían votar por ese partido al menos para diputado, trasladaron su voto a Morena también en esa pista, y por eso el Panal no logró ni el 3% de votación. Evidentemente, la Reforma Laboral-Educativa era un incentivo más para votar por AMLO. Ahora es sumamente probable que reviva el viejo sindicalismo magisterial, y probablemente ocurrirá algo semejante con otros sindicatos priístas (previa sustitución de sus liderazgos), reeditando el viejo modelo corporativo, pero ya no al servicio del PRI o del PAN, sino de Morena. Este partido ha ofrecido, como parte de la “Cuarta Transformación”, democratizar el sindicalismo (como el PAN en su momento), pero tampoco ahora el sindicalismo charro parece ir en esa dirección.

Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

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