En más de una ocasión, José Antonio Meade ha referido que en el actual proceso presidencial se repetirá el patrón seguido en el Estado de México el año pasado. Evidentemente, él se refiere a que no quedaba claro que Alfredo Del Mazo III pudiera ganar siendo mal candidato y ante una rival que podría ganarle. Pero seguramente buena parte de la opinión pública entiende otra cosa: que dicha elección fue ganada a golpe de apoyo federal, desvío ilícito de fondos y compra de votos. Así, los dichos de Meade sobre repetir ese esquema es tomado como la intención de echar mano de lo que haga falta para ganar la elección. Y cabe recordar que 70 % de la ciudadanía (a nivel nacional), según varias encuestas, no cree que el PRI haya ganado en Edomex en buena lid. La disposición de repetir ese esquema quedó claro con el uso electoral que se le dio a la PGR para favorecer al candidato oficial. Probablemente habrá más.

Viene al caso la reflexión colectiva sobre lo ocurrido en el Estado de México el año pasado en el libro El Infierno electoral (Grijalbo, 2018), coordinado por Bernardo Barranco. Es una serie de ensayos y testimonios de algunos de los protagonistas que desde distintas trincheras participaron u observaron el proceso mismo. Dice Lorenzo Meyer en el prólogo: “Lo importante de (esta) obra… no es que le vaya a revelar algo que no conociera o sospechara. No, su importancia reside en explicar cómo, en qué medida y con qué propósito específico se cargaron los dados en 2017 para confeccionar la victoria del PRI”. Y Barranco aclara: “Los autores de este libro hemos sido consejeros electorales… Por ello, los ensayos reunidos tienen una fuerza que va más allá del análisis, pues los autores han sido testigos, actores y autoridades que, desde adentro, han conocido las reglas no escritas de la cultura política”. Hay ahí información sobre la compra del voto en las zonas rurales, que inclinó la balanza a favor de Del Mazo, así como desvío de fondos millonarios que el INE decidió no investigar. En los testimonios queda claro también que la reforma electoral de 2014 fue un fiasco en uno de sus principales objetivos: despartidizar a los institutos locales electorales, generalmente sujetos y manipulados por el gobernador en turno. Pero al no despartidizar al Consejo General del INE y atribuir a éste la responsabilidad de nombrar a los consejeros de cada instituto local, fácilmente puede reproducirse el método de asignación por cuotas (entre los consejeros) en los que a su vez suele influir la línea partidista a la que responden. Y desde luego que el reparto de responsabilidades entre el Instituto Nacional y los locales más que ayudar al desempeño de la elección, la entorpecen. Tema seguro para la próxima reforma electoral.

En todo caso, la pregunta ahora no sería si habrá fraude por parte del gobierno y su partido en este año, sino si bastaría para darle el triunfo a su candidato presidencial. Ésa es la parte complicada, pues las condiciones a nivel nacional no son precisamente las mismas del Estado de México. Recordemos que Del Mazo jamás estuvo en tercer sitio, como ahora Meade, sino que siempre fue puntero. El costo económico que parece haber pagado el gobierno y el PRI hacen difícil que se pueda repetir la estrategia a nivel nacional con éxito. En el Edomex todo ello sirvió para ganar con apenas 2.7 % de ventaja. Y eso, gracias a los votos aportados por sus aliados (al PRI no le bastó su votación para sobrepasar a Morena). Ahora habría que remontar en tres meses cerca de entre 15 y 20 puntos que separan a Meade del puntero. Ni siquiera queda claro aún si Meade podrá ubicarse en el segundo sitio. Por lo cual, incluso con la aplicación de las irregularidades conocidas, no se ve sencillo que la “hazaña” del Estado de México, de la que presume Meade, pueda repetirse en esta elección.

Analista político. @JACrespo1

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