“Ya tenemos los resultados, solo faltan las elecciones”, parecen decir algunos. “Este arroz ya se coció”, dicen otros reconocidos encuestadores y lo grita a voz en cuello López Obrador. Para ellos las elecciones serán solo un mero trámite y pretenden, de esta manera, que las mujeres y los hombres de México crean que, como ya todo lo decidieron las empresas encuestadoras, no es necesario ir a votar.

Pero no es así. Veamos, por ejemplo, las elecciones para gobernadores de 2016. El Financiero decía que en Durango la coalición del PRI y sus aliados ganaría con 49% frente a la del PAN-PRD con 40%, el resultado fue de 46% para PAN-PRD y 42% PRI-aliados (13% de error).

En Chihuahua, Reforma decía el 27 de mayo que el PRI tendría 40% y el PAN 33%, y los resultados fueron 40% PAN y 31% PRI y coaligados (16% de error). Para Quintana Roo, El Financiero decía el 29 de mayo que el candidato de Borge (PRI) obtendría 46% de los votos y Carlos Joaquín (PAN-PRD) perdería con 34%, pero ganó este último con 40% frente a 31% del PRI (21% de error). Y en Tamaulipas, se decía que el PRI tendría 33% y el PAN 26%, pero ganó este último con 50% y perdió el PRI con 26% (27% de error).

Las encuestas que se han estado publicando en las últimas semanas dicen que AMLO ganará “de calle”, pero sus reportes informan que entre 40 y 50% de las personas seleccionadas para conocer su opinión rechazan la entrevista; y de la otra mitad que acepta, un promedio de 30% no quiere revelar por quién votará o dice que aún no ha decidido.

Es decir, que de un 65% de las personas (2 de cada 3), no sabemos qué están pensando acerca de quién debiera ser el próximo presidente de México. Y aun así, dan por hecho un supuesto “seguro ganador”.

Estos porcentajes solo estarían reflejando “el voto duro” que tiene cada candidato; por eso casi no se mueven los números.

Estos datos, así presentados, confunden a mucha gente que se pregunta con preocupación si será posible que un personaje como AMLO llegue a la Presidencia, sin contrapesos, dispuesto a traicionar hasta a Peña Nieto a quien ha ofrecido amnistía. Por supuesto que es posible evitarlo.

Aquí reside la importancia de lo que se ha llamado el “voto útil”, para que los electores apoyen a quien ven con mayores posibilidades de ganar al que la mayoría de ninguna manera quiere que triunfe. Y eso lo decide la gente, libremente, sin presiones y sin miedo de ninguna especie.

AMLO amenaza con “soltar al tigre si no gana” (la CNTE, líderes corruptos como Elba Esther Gordillo y Napito y todos quienes despliegan una campaña de odio.

A los seguidores de López Obrador no les importa ir de la mano con Bartlett (autor del fraude contra Cárdenas en 1988), ni Sheinbaum (recordemos a las víctimas del Colegio Rébsamen), o Chiguil (News Divine en la CDMX) o Salgado (protector de narcos en Tláhuac), o con el escándalo de corrupción de Layda Sansores en el Senado.

A ellos no les importa, pero a la mayoría de la gente sí. Y ustedes, mujeres y hombres, los que con su voto van a decidir el futuro de México, el de sus hijos, por muchos años. El 80% de la gente no quiere que el PRI siga gobernando. El cambio es necesario y urgente; y no es con Meade (que ahora inventan que ya rebasó a Anaya) porque es el PRI; ni es con el reciclamiento del PRI en Morena, porque es López Obrador. El cambio es hacia el progresismo.

Las encuestas no son la voluntad popular. El arroz lo cocerá el voto de la gente el 1° de julio y decidirá el futuro del país.

Coordinador de los diputados del PRD

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