A raíz del anuncio de creación del Frente Ciudadano por México -integrado en su inicio por el PRD, PAN y MC- mucha gente se pregunta si el PRD ya perdió “su esencia” de “partido de izquierda”; “¿Dónde quedó la izquierda en México?”, se cuestionan, amén de que algunos articulistas y nuestros malquerientes hablan –otra vez- de la “desaparición del PRD”, de su “desfondamiento y muerte”. Otra, dicen, es la izquierda que ha llegado a sustituir al PRD; es decir, Morena con AMLO a la cabeza.
 
La izquierda surge, como tal, de la Revolución Francesa de 1789 para acabar con la monarquía e instaurar la democracia, la República, con el lema de: Igualdad, Libertad, Fraternidad. Esos principios fueron adoptados mundialmente por los movimientos que han luchado contra el statu quo; muchos, con métodos revolucionarios, violentos, y otros con métodos pacíficos, democráticos, pero todos luchando contra la desigualdad, la concentración del poder en unas cuantas manos, y contra la opulencia y la ausencia de solidaridad social.
 
En México, durante más de medio siglo posterior a la revolución de 1910-1917, la mayoría de las múltiples organizaciones identificadas como “de izquierda” sostuvieron posiciones anti-sistémicas, de ruptura, planteando la revolución socialista o el cambio de régimen desde trincheras revolucionarias.
 
La evolución del país y su tránsito a la modernidad y pasar de rural a preponderantemente urbano, trajo nuevos comportamientos culturales y necesidades políticas que se contraponían al viejo régimen autoritario-monopartidista, con sus terribles caudas de represión desde finales de los años 50, la trágica década de los 60 con Tlatelolco como brutal muestra de la intolerancia, y los años 70 con el surgimiento una gran cantidad de organizaciones guerrilleras y movimientos sociales insurgentes que pagaron su osadía con miles de desaparecidos, muertes y presos políticos.
 
En ese contexto, breve y apretadamente expuesto, no era difícil dejar claro quiénes eran (éramos) de izquierda, aunque lo fuera más difícil serlo en la realidad.
 
Con el arribo del México moderno, los espacios para proclamar la revolución violenta se cerraron. El nuevo momento planteaba la necesidad de nuevas estrategias.
 
En ese nuevo contexto surgió el movimiento cívico-electoral que agrupó prácticamente a toda la izquierda de nuestro país, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988, después de su ruptura con el PRI. De allí surgió el PRD en 1989 proclamando los ideales de izquierda: “¡Democracia ya, Patria para todos!”
 
El PRD, forjado en una vocación unitaria ha planteado que “las izquierdas” mexicanas deben ir juntas para el 2018. Pero la respuesta de AMLO ha sido contundente: “Nada con el PRD y los demás partidos porque forman parte de la mafia del poder”.
 
Recordemos que desde agosto de 2012 AMLO rompió con el PRD. Abominaba su pluralidad y diversidad democrática de ideas en su interior y quería un partido en el que él decidiera sin contrapesos. Creó Morena desde donde ha impulsado un discurso de odio contra los que no piensan como él; un discurso que ha contagiado a sus fieles, quienes odian igual o más que él a sus adversarios políticos, lo cual no tiene nada que ver con los ideales de una izquierda democrática y tolerante.
 
Cierto que varios dirigentes, representantes populares y militantes del PRD han emigrado hacia Morena para seguir a AMLO, pero la inmensa mayoría de los más de 5 millones de afiliados, de dirigentes y todos sus gobernantes, han postulado la necesidad de formar una gran alianza con el PAN, MC, decenas de organizaciones locales y nacionales, y múltiples liderazgos de la sociedad civil para formar un gobierno de coalición que acabe con el rancio presidencialismo por la vía pacífica y poner en el centro de su programa de gobierno la lucha contra la corrupción, la impunidad e inseguridad, y lograr un cambio de modelo económico y social para atemperar la desigualdad social y recuperar el poder adquisitivo del salario.
 
A mi juicio, este es el necesario y obligado papel de la izquierda en el México actual y ello no significa faltar a sus principios, ni desfigurarse, ni desaparecer. Estoy convencido de que eso es ser de izquierda en el México de hoy. Lo otro, el no formar una coalición amplia y plural, sería aislarse en aras de un doctrinarismo ya pasado de moda.

Vicecoordinador de los diputados federales del PRD

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