El pasado martes, en un hecho sin precedentes que generó polémica en algunos y contrariedad en otros (sobre todo en quienes se preocupan por “la pureza” del PRD sin ser siquiera simpatizantes de este partido), se recibió en las instalaciones del Comité Ejecutivo del Partido del Sol azteca al panista Ricardo Anaya, en su calidad de precandidato de la coalición a la Presidencia de la República.

En las críticas, más allá de los colores amarillo y azul, nadie se atrevió a comentar —quizá por ignorancia o solo por descalificar— el por qué esa unidad. Pero aun así, de acuerdo con la teoría del color, la mezcla de amarillo con azul da como resultado el verde: el color de la independencia y la esperanza, diríamos otros.

Lo que debe quedar claro es que esta lucha no es para quitar a alguien y sustituirlo por otro. Lo que no deseamos es el continuismo priísta autoritario y que tampoco sea reemplazado por el otro autoritarismo que simule que va a resolver los problemas del país bajo los ropajes del populismo.

Lo verdaderamente importante es que la coalición propone un cambio de régimen político, iniciado por un gobierno de alianzas.

Se tuvo a Ricardo Anaya en las instalaciones del PRD nacional para que, en cumplimiento de lo que se ha firmado, refrendara los compromisos que se plasmaron en la Plataforma y en el Plan de gobierno registrados ante el INE.

El PRD ha definido con el PAN tres prioridades: combatir la corrupción, la violencia y la desigualdad.

El compromiso es claro: de ganar las elecciones —tanto la presidencial como las de todos los puestos de elección popular— Anaya y los demás representantes emanados de la coalición “Por México al Frente” estarán obligados a representar las legítimas aspiraciones de los militantes y simpatizantes del PRD:

Cambio de régimen político hacia uno parlamentario; fortalecimiento del sistema electoral; gobiernos de coalición; gobierno sujeto a la aprobación, supervisión e intervención ciudadana; datos abiertos y contralorías ciudadanas.

Salarios remuneradores y dignos; fomento del empleo formal; dinamizar el mercado interno y fomento de la empresa mexicana; proteger la soberanía alimentaria y el desarrollo de las actividades primarias; soberanía del Estado sobre los recursos energéticos y mineros.

Respeto de los derechos humanos y de las garantías individuales; educación universal y de calidad, salud y vivienda. Garantizar la austeridad, transparencia, rendición de cuentas y cero corrupción en las instituciones; desincorporación de las fuerzas armadas respecto a las tareas de combate a la delincuencia organizada; instrumentación de políticas de seguridad que respeten las garantías de las personas, entre otros.

Con este Frente opositor están levantándose entusiasmos y esperanzas en la mayor parte del país.

Llama la atención que sigan generándose censuras a esta suma del PRD con el PAN; difícil de verse y admitirse, pero no perdamos la memoria y recordemos que ya hemos hecho este tipo de acuerdos a partir de los cuales se han logrado éxitos aunque también se han cometido errores que debemos considerar y resarcir para no traicionar a quienes —con su voto de confianza y dejando de lado los miedos— han creído que la suma de voluntades y de coincidencias puede abrir un nuevo momento sin precedentes en la historia del país.

El propósito es formar un gobierno de coalición que traiga progreso y bienestar para todos. Ni Javier Duarte ni Roberto Borge estarían hoy en la cárcel si no hubiésemos construido alianzas en Veracruz y Quintana Roo, como dijo Ricardo Anaya.

Hemos construido acuerdos, seguimos trabajando en el terreno legislativo. Incluso, hoy presentamos la Acción de Inconstitucionalidad contra la Ley de Seguridad Interior, por ser violatoria de los Derechos Humanos. Esta lucha, que quede claro, no es por la pureza de los colores, sino que es la combinación de los mismos para dar paso a una nueva tonalidad, un nuevo contexto que nos fortalezca como sociedad.

Vicecoordinador de los diputados
del PRD

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