Andrés Manuel López Obrador, como uno de los más destacados dirigentes del PRD, fue presidente del partido del 2 de agosto de 1996 al 10 de abril de 1999.

La militancia lo llevó a ocupar el cargo de jefe de Gobierno y lo acompañó en innumerables ocasiones a las cientos de movilizaciones que en todo el territorio nacional, sin cuestionar si con estas se lograría la verdadera transformación de México o simple y llanamente sólo atendían las aspiraciones personales de quien ha sido calificado como el Mesías tropical.

Es importante reconocer que muchos se integraron a las filas del PRD, invitados por el propio López Obrador, y se quedaron en él por haber encontrado un espacio donde la diversidad de ideas se manifiesta; donde estas se discuten, se exponen y defienden; en el que las decisiones políticas, cuando se formalizan, dependen de la decisión de un órgano colegiado, como es su Consejo Político, aunque de forma irónica se diga que para qué resolver en lo inmediato, si bien se puede discutir.

Como es comprensible, cuando López Obrador alcanzó un estado casi celestial, esa dinámica partidista no estaba considerada en su curva de tolerancia y sin decir gracias, abandonó al partido que le hizo ser lo que es.

Curiosamente hoy, Miguel Ángel Mancera, sin ser militante del PRD, ha acreditado mayor compromiso, lealtad y solidaridad con el Partido de la Revolución Democrática en los momentos más críticos.

Mancera ha repetido en múltiples ocasiones que reconoce y agradece al perredismo de la ciudad el respaldo que en su momento le dio para ocupar el cargo de jefe de Gobierno y ha expresado que sólo desea que le vaya bien al PRD y a su militancia.

Hoy Mancera, un hombre que sabe de la amistad y que, sin duda, la lealtad y gratitud son ejes rectores en su actuar, se enfrenta a la disyuntiva más importante de su vida: cómo atender su legítimo derecho de ser el abanderado del Frente Ciudadano por México a la Presidencia en la contienda de 2018, sin dejar atrás al partido y a la militancia del Sol Azteca.

Es incuestionable que Mancera por sí solo ha logrado un espacio en la preferencia electoral, independiente a los porcentajes del PRD, es decir, hoy cuenta con un importante capital político y es una de las figuras más reconocidas de la política mexicana.

La propuesta original del hoy conocido Frente Ciudadano por México surgió de Mancera, quien con confianza la compartió con otros líderes políticos, que la retomaron y le dieron la forma que hoy tiene.

Los tiempos de definición al interior del Frente ya no están supeditados a una discusión o negociación respecto a los intereses de cada partido político que lo conforma, hoy las decisiones que deberán tomarse están sujetas a la realidad jurídica, que obliga a que estas se den en tiempos sumamente recortados.

El Frente y los ciudadanos. El objetivo de una coalición electoral como la que se propone sólo tiene continuidad si se logra consolidar un gobierno de coalición que permita un verdadero cambio del régimen actual. Es decir, nadie puede olvidar que ése es el objetivo primario de esta alianza política.

Mucho se ha hablado y se ha invitado a ciudadanizarlo, no sólo por el nombre, sino para que cuente con la presencia de connotadas personalidades emanadas de la sociedad civil.

Esta invitación ha estado abierta a ellos; será responsabilidad de estos si la toman o la dejan. Lo que sí está claro, es que el acuerdo y entendimiento de quienes participan en esta propuesta político-electoral es a largo plazo, aglutinando a los mejores hombres y mujeres, representantes de la población.

Hoy todos acreditarán su compromiso con México cuando, atendiendo genuinamente el interés del país, se haga a un lado el interés personal.

Ex secretario de Movilidad de la CDMX

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