Nada es tan personal como la derrota, y el virtual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lo vivió en carne propia en dos ocasiones; por el contrario, la victoria es hija de muchas madres y todo el mundo se la quiere adjudicar.

La verdad es que a todos nos quedó clara la contundencia con que el pueblo expresó su voluntad para que los destinos del país sean conducidos por el próximo Presidente de México, López Obrador, en el periodo 2018-2024.

Sin embargo, es curioso observar cómo ahora muchos se quieren colgar el triunfo que nunca les costó; algunos advenedizos, otros oportunistas, otros más por supuestas capacidades, que indudablemente con su sola presencia no aportaron absolutamente nada a fortalecer el proyecto que desde hace 18 años López Obrador trazó.

Ya incluso se anotan en la lista de la sucesión presidencial para el periodo 2024-2030, vaticinando escenarios que, por supuesto, estarán supeditados no sólo a las circunstancias que vive el país, sino primordialmente a las que les dicte la vida.

Siempre hay un destino por cumplir, el de Andrés, con su persistencia, gobernar a México. Muchos reconocemos este triunfo inobjetable, sin zalamerías y con dignidad. Lo hizo bien y por eso ganó, y muchos de nosotros cometimos errores.

Hoy López Obrador, en su discurso, antepone el interés supremo de la nación, y es correcto que así lo haga; eso es actuar con responsabilidad y obliga a que se involucre todo aquél que busque el bienestar de los mexicanos.

Reconoce a sus adversarios en la derrota, a quienes da un trato digno. La única forma de corresponder a la cortesía es con cortesía; nada compromete más que eso.

Ha manifestado que no buscará venganza y habla del perdón político; es decir, con madurez deja atrás la confrontación y hoy busca fortalecerse como líder de todos los mexicanos.

La mejor muestra para este fin es que como encargada de la política interior designó a una destacada jurista, cuya trayectoria impecable le da las credenciales necesarias para brindar confianza y certeza a los partidos políticos, a la clase política y a las bancadas que se conformen en las cámaras alta y baja de la nación. Doña Olga Sánchez Cordero es una mujer reconocida por su capacidad de interlocución y, sobre todo, por su alto compromiso con la legalidad.

Esa es la mejor señal: no entregar tan importante posición a políticos cuya ambición es preparar el escenario personal para el 2024, y mucho menos para que esta posición sea el instrumento para atender venganzas personales o acciones autoritarias y represivas que abonen simple y llanamente a generar condiciones para obtener el poder.

Algunas voces, que, insisto, poco aportaron, hoy parece que no entienden ni entenderán que son y serán lo que decida a través de su liderazgo el presidente electo, y ojalá interpreten fielmente que hoy están dadas las condiciones necesarias para garantizar la unidad nacional.

Es claro que muchos deberían entender que la lealtad es una obligación, de ninguna forma es una virtud, y ésta se adquiere en el momento mismo en que te comprometes en cualquier circunstancia, ya sea pública o privada.

Hoy la oposición debe actuar con dignidad, pero con sentido de responsabilidad; nuestra lealtad es a México, sin sumisión y con objetivos que fortalezcan la diversidad ideológica y permitan el justo equilibrio social; si le va bien al nuevo gobierno es porque le va bien a México.

Y todos aquellos que se sumaron al proyecto de López Obrador y que sin el menor esfuerzo, con generosidad, los considera en el ejercicio gubernamental, veremos si no anteponen su interés personal a la lealtad que le merecen a quien hoy los hace ser lo que son.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses