Es innegable que la política es vertiginosa y un hecho alcanza a otro prácticamente de forma inmediata; lo predecible de ésta, en muchos casos, se da con percepción u olfato político. Así se consolidó el Frente Ciudadano por México. Hoy es una opción viable en la competencia electoral con miras al 2018. El objetivo del mismo, no sólo es una alianza estratégica electoral entre el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano; va más allá, busca la verdadera transformación del régimen político actual; su propuesta es un gobierno de coalición, que integre a los líderes más representativos de la sociedad en su conjunto; es decir, a cualquier mujer u hombre que busque la verdadera transformación de México.

Es por eso que todos aquellos que simpaticen con esta opción política y quienes se han integrado formalmente a la misma, tienen el compromiso de cumplir cabalmente con la expectativa social, transparentando su actuar y dejando patente que el interés supremo de la nación se antepone a cualquier intención personal, para lograr un solo objetivo, acompañarse juntos para lograr la transformación del país.

No hacerlo, condenaría esta propuesta al fracaso por mezquindad.

Hoy, el Frente se encuentra en un punto de no retorno, es decir, los partidos que convergen en el mismo y los líderes políticos de estos no tienen mucho margen de actuación: o cumplen a favor de México y hacen historia, o la expectativa generada en la sociedad será defrauda por debilidad humana.

Hoy, quienes quieren encabezar esta propuesta política con rumbo a la Presidencia de la República de 2018, ya lo han dejado patente. Casi todos militan en uno u otro partido político, a excepción de Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la Ciudad de México, quien, junto con Ricardo Anaya, presidente del PAN, se han consolidado como las opciones más sólidas para abanderarla.

Aún falta ver si algún hombre o mujer de la sociedad civil con suficiente prestigio alza la mano para participar en el proceso de selección del candidato, y está claro que sólo lo hará al conocer el método para la selección de la candidata o candidato a la Presidencia de la República, por lo que debe ser notoriamente transparente, con alto sentido democrático, equilibrado y, sobre todo, con manifiesta voluntad política.

El simple hecho de pretender anteponer la fuerza electoral de uno u otro de los partidos políticos que participan, para imponer su propuesta, evidenciará que efectivamente la mezquindad se antepuso.

Hoy, todos los que conforman el Frente Ciudadano por México han hecho patente su voluntad e interés por la transformación de México; aquel que no honre su palabra, no sólo estará condenado al fracaso inmediato, sino estará marcado por siempre en la historia de la política mexicana; el proceso de selección de candidato del que mucho se habla y ya ha generado una gran expectativa, es definitorio para lograr el objetivo y puede ser a través del voto universal y secreto, es decir, abierto o por debate y sondeo, por encuestas o cualquier otra vía o mecanismo que permita seleccionar la mejor opción. El requisito primordial es que el método que se determine sea previamente acordado y avalado, previo consenso entre quienes participan.

Por cierto. No sólo deben renovarse los regímenes gubernamentales; la izquierda mexicana debe buscar su modernización y actualizarse como consecuencia del reclamo social. Ponerse al día y entender que esta concepción ideológica, la de Izquierda, es universal y no pertenece a nadie. Nada se la puede adjudicar en exclusiva. Tampoco nadie puede reconocer o certificar la identidad de izquierda de otros.

La izquierda setentera a la que hemos estado acostumbrados agotó su discurso, se perdió y aletargó en el tiempo; hoy las nuevas generaciones podrán recordarlos al escrutinio de su actuar y muchos de ellos seguramente pretenderán seguir vigentes, erigiéndose por vanidad, bajo la sombra y añoranza del pasado.

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