El planeta está cambiando, la transformación de paisajes, la sobreexplotación de especies y la contaminación lo demuestran. La intervención humana y sus técnicas para dominar el entorno han perturbado los ecosistemas, haciéndolos insostenibles.

En los últimos 100 años el nivel del mar ha subido hasta 20 cm, dependiendo del lugar geográfico. El aumento anual en dos décadas ha sido de 3.2 mm, dos veces más que los 80 años anteriores. Asimismo, la Organización Meteorológica Mundial confirmó que 2016 fue el año más caluroso jamás registrado, con una temperatura media superior en casi 1.1°C a la de la era preindustrial.

En este escenario las actividades humanas son protagonistas. Las partículas que están actualmente en la atmósfera, responsables de algunos efectos del Cambio Climático, corresponden a las emisiones de los últimos 150 años. Reparar un daño de tal magnitud requiere responsabilidades reales, sean éstas incluso a costo de un cambio radical en el estilo de vida de las personas y las formas de producción.

Entre 2030 y 2050 el Cambio Climático causará 250 mil defunciones cada año por malnutrición, paludismo, diarrea y estrés calórico. Sin considerar el número de desastres relacionados con la meteorología que se ha más que triplicado en los últimos 45 años, y cada año causan más de 60 mil muertes, siendo los países en desarrollo los más afectados. Asimismo, más de 50% de la población mundial vive a menos de 60 km del mar. Ello los hace aún más vulnerables y podría obligarlos a desplazarse.

Los efectos del Cambio Climático no distinguen fronteras políticas y se viven de manera más cruenta en países con poca infraestructura. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, cualquier persona marginada por la sociedad es especialmente vulnerable a éste y sobre todo es incapaz de mitigarlo.

En las últimas semanas lo hemos presenciado. La destrucción en el Caribe demuestra que, aunque los países en desarrollo contaminan menos, son más afectados. Por ello, los desarrollados deben tomar iniciativa en el combate al Cambio Climático, ya que desde la Revolución Industrial maduraron sus economías sin considerar la atmósfera como recurso limitado.

Nuestra postura ante el planeta es egoísta. Es imperdonable que sigamos dañando el medio ambiente hasta acabar con muchísimas especies. La política es lenta mientras los cambios ambientales son acelerados. Los Estados no son conscientes de que no hay vuelta atrás.

Es innegable que la actividad humana determina la magnitud de los eventos meteorológicos. Mientras que al norte del continente, el retrógrada presidente Trump refuerza el uso de combustibles fósiles, al sur golpean dos huracanes.

Un ciclón tropical requiere de una temperatura superficial del mar mayor a 26°, considerando que el mar absorbe 97% del total del calor excedente del efecto invernadero, la relación entre causa y efecto es evidente.

El compromiso ambiental parece no ser rentable en la política. Hemos dejado de gobernar atendiendo a la realidad del entorno para enajenarnos en polémicas sin sentido. Ni la riqueza ni los conflictos importarán en un planeta desierto. Hoy la naturaleza se dirige a nosotros con gritos desesperados y un mensaje de ayuda. Los Estados deben desempeñar un papel aún más protagónico desde la cooperación y las instituciones internacionales para reducir los efectos del Cambio Climático. De lo contrario, no habrá forma de evitar sus consecuencias.

Por último, aprovecho este espacio para expresar mi solidaridad con Florida y Texas, así como con Antigua y Barbuda, Anguila, Bahamas, Barbados, Bermudas, Cuba, Haití, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes de Estados Unidos, Isla Montserrat, Las Islas Turcas y Caicos, San Cristóbal y Nieves, San Martín, San Bartolomé, Puerto Rico, y República Dominicana, afectados todos por los recientes huracanes. Hago votos para que prevalezca el espíritu de cooperación en su beneficio.

Senadora por el PAN.
@GabyCuevas

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