Hace una semana dediqué mi artículo a hablar un poco acerca del papel que tiene la oposición, entendida como partidos o agrupaciones políticas y sociales con agendas y metas divergentes de los del gobierno en turno, en las democracias modernas.

Me referí al concepto de “oposición leal”, esa que critica y propone sin cuestionar la legitimidad del gobierno en turno. Ironicé, con la ayuda de Ambrose Bierce, sobre las oposiciones que en su afán por controlar o evitar excesos, intentan maniatar a los gobiernos, y me pregunté si acaso en México no estamos sufriendo de un vacío, un hueco, donde debería estar la Oposición, con mayúsculas.

Sigo en el tema porque una vez cumplidos sus primeros 100 días en la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador continúa aumentando sus niveles de popularidad y/o aprobación en cuanta encuesta seria se realiza y se publica. Puntos decimales más o menos, la popularidad presidencial ronda el inaudito 80% y, en los cruces por segmentos demográficos y socioeconómicos no hay uno en el que no tenga un saldo positivo.

En los resultados del sondeo realizado por EL UNIVERSAL, incluso medidas muy controvertidas, como el recorte de apoyos a estancias infantiles, tienen respaldo de la mayoría de los encuestados. Las expectativas a futuro también son harto optimistas (lo cual coincide, por ejemplo, con la reciente mejoría del Índice de confianza del Consumidor), y las expresiones críticas de analistas económicos y financieros o las bajas en las perspectivas de las calificadoras no parecen importar al gran público.

Morena va engarzada a las buenas fortunas presidenciales, obviamente, y una reciente encuesta sobre preferencias partidistas le da entre 44 y 45% de ventaja (¡!) sobre sus más cercanos competidores, aunque eso de competidores es realmente un decir. Con preferencias de 12-13% para PAN y PRI la verdad es que pareciera que estamos ya hablando más bien de partidos simbólicos que de otra cosa.

Y eso nos lleva al tema central: ¿Dónde están, qué están haciendo, los partidos/individuos/agrupaciones opositores al nuevo gobierno? ¿Cómo es que pese a sus insistentes y persistentes críticas al nuevo gobierno no han hecho mella en su popularidad? ¿Cómo es que —más grave aun para ellos— no se han logrado posicionar en el ánimo de la ciudadanía? Porque, hay que decirlo, aunque sean apenas 104 días del nuevo gobierno, la verdad es que hay suficientes pifias y/o decisiones mal comunicadas como para empezar a perfilar algo, pero por lo menos hasta este momento pareciera que la falta de contrapesos no obedece tanto a la voluntad de acaparar espacios de AMLO sino a la cantidad de plazas abandonadas sin batalla por sus contrincantes.

Lo anterior me preocupa por varias razones. En primer lugar, me parece fundamental para la vida democrática del país que existan alternativas serias, viables, articuladas, esté yo o no de acuerdo con sus planteamientos. Hoy observo huecos inquietantes donde deberían estar bien plantadas opciones socialdemócratas y de centro-derecha, y advierto que en los partidos tradicionales no solo hay carencia de propuestas sino también de liderazgos frescos.

En segundo lugar, creo que el nivel del debate público se enriquece en la medida en que se baja el volumen y se aumentan los contenidos: varios detractores del actual gobierno optan por el grito y el vituperio antes que por las ideas, tal vez porque perciben o presienten su desconexión con la opinión pública, tal vez porque se creen exitosos en ese universo paralelo y engañoso que conocemos como Twitter y Facebook.

Para concluir: al país le va bien, o mal en la medida en que a sus gobiernos y a sus oposiciones les va bien o mal. Yo no le deseo a este gobierno que fracase, como tampoco lo hice con ninguno de sus antecesores, haya yo o no votado por los respectivos presidentes. Pero tampoco quisiera que las oposiciones naufraguen, porque de ellas depende la calidad del debate, el sano espoleo de las ideas diferentes, y el constante recordatorio al gobierno actual de que tiene que ser cada día mejor, si no quiere verse rebasado en las urnas.

De eso se tratan la democracia y la prosperidad de las naciones. No permitamos, como ciudadanos, que nos queden a deber.


Analista político. @gabrielguerrac

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