Puebla

La fábrica Uriarte Talavera, ubicada en pleno Centro de Puebla, es un museo viviente. Su edificio de principios del siglo 18 por si sólo es una obra de arte, pero lo que manos poblanas siguen haciendo en sus entrañas trasciende el tiempo.

Desde 1824, año en que se expidió la pri-mera Constitución de México y cuando Guadalupe Victoria tomó posesión como primer presidente constitucional, los hornos de la fábrica jamás han parado.

La familia Uriarte fue quien colocó la piedra del horno de cerámica más antiguo de Latinoamérica y aunque hoy yace como un monumento a la perseverancia, la fábrica sigue produciendo talavera, artesanías emblema de México.

A pesar de la modernidad, en el corazón del edificio se siguen empleando barros naturales y se ponen en práctica las viejas enseñanzas para moler el barro y la arcilla, lo que les permitió impulsar la Norma Oficial Mexicana para la protección de la talavera y que se impulsara la denominación de origen.

Autenticidad comprobada

La directora de Relaciones Públicas de la empresa, Mariana Muñoz, recordó: “Es precisamente Uriarte quien tiene la primera denominación de origen del producto, al cual se han sumado nueve talleres más”. El Consejo Regulador de la Talavera es el organismo encargado de realizar una inspección bianual de sus procesos de fabricación. Las piezas son sometidas a 16 pruebas en laboratorios certificados internacionalmente. Sólo las partes provenientes de zonas designadas y de talleres específicos que han sido certificadas están permitidas para llamar a sus obras talavera.

Sólo aquellas que alcancen los estándares están autorizadas para llevar la firma del alfarero, el logotipo del taller y el holograma especial que certifica la autenticidad de la pieza, con lo cual las piezas pueden ser enviadas a Estados Unidos, Canadá, Sudamérica, Europa y Asia. “Son seis pasos básicos para la elaboración de esta cerámica vidriada, no podemos brincarnos el proceso de elaboración porque eso dicta la Norma Oficial Mexicana”, explica Muñoz, una mujer que conoce como la palma de su mano los pasos a seguir para crear las obras de arte.

En principio deben ser barros blancos y negros provenientes exclusivamente de las regiones de Amozoc y Valsequillo, incluso, la Norma Oficial establece las coordenadas de donde debe ser extraída la tierra.

“Se establece cómo procesar las pinturas y hasta los pinceles a usar de pelo de mula. Tenemos colores aprobados, como son azul cobalto, azul fino, negro, naranja, amarillo y el negro”, agrega la guía de Casa Uriarte, que en 1824 abrió sus puertas con 12 trabajadores y hoy suman 100.

La talavera pasó por un periodo difícil al final del siglo 20, debido a la competencia de cerámica proveniente de otros estados, a las importaciones baratas y la falta de nuevos diseños.

Un proceso milenario

La talavera tuvo su origen en la época de Marco Polo con la cerámica china. Llegó a España y tuvo influencia árabe con los Moros; luego vino a México, específicamente a Puebla, donde hoy Uriarte produce una gama de 580 productos con 800 diseños que al combinarlos se crean cerca de 50 mil piezas.

Fue en 1992 cuando se reconoció a la cerámica de la talavera como denominación de origen mexicano y quedó registrada en el Instituto de Derechos de Autor como propia del estado de Puebla, elaborada con barro y conformada por un cuerpo cerámico recubierto con vidriado estannífero, decorado con colores metálicos y trabajado manualmente en sitio.

La piezas son moldeadas a mano en torno y dejada a secar varios días o semanas, dependiendo el tamaño. Se realiza el primer cocido a una temperatura de 850 grados centígrados y se verifica que no tenga fisuras o defectos. Es cuando se aplica el vidriado inicial o fondo blanco‐marfil y se realiza el decorado a mano, y se expone a un segundo cocido para endurecerlo, proceso que puede llegar a tomar tres meses para la mayor parte de las piezas, pero en algunas puede durar hasta seis.

Esta artesanía, reconocida a nivel mundial, es una verdadera obra de arte cuya belleza radica en sus detalles.

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