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Durante el gobierno de Javier Duarte (2010-2016) eran un secreto a voces los episodios de depresión o agresividad del político veracruzano, sobre todo en las últimas semanas antes de su abrupta fuga. Se dice que cacheteó a un ex funcionario, arrojó su celular y se aisló del exterior en Casa Veracruz, la residencia oficial de los gobernadores.

A la distancia, cercanos ex colaboradores reconocen que tomaba antidepresivos, específicamente Tafil, un medicamento que contiene alprazolam, indicado en tratamiento de ansiedad y depresión, que ayuda a alcanzar un sueño reparador y continuo. No se trataba con algún sicólogo, aclaran.

La doctora María Sobeida Blázquez explica que el alprazolam puede generar adicción cuando hay un abuso del medicamento y causar efectos físicos “preocupantes”, como somnolencia y respuestas neurológicas lentas.

“El alprazolam se da en aquellas personas que tienen problemas de transtorno del sueño y ayuda en casos de ansiedad”, explica la académica del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad Veracuzana.

Cuando estaba prófugo surgió la teoría de que estaba muerto o era capaz de suicidarse. “Son puras suposiciones”, dijo antes de la detención de Duarte un ex colaborador cercano.

Para Jorge Luis Arellanez Hernández, especialista del Instituto de Investigaciones Sicológicas de la Universidad Veracruzana, cuando gobernaba Duarte era poco empático.

“Lo que se puede notar a través de su comportamiento es que no es una persona con mucha empatía y que él construye su propio contexto y su propia realidad, que no coincide con la del resto de las personas”, advierte.

Recuerda que mantenía un discurso en el que “Veracruz estaba muy bien y era un estado próspero”; pero cuando se le cuestionaba sobre la toma de decisiones, afirmaba era responsabilidad de otros.

Al oriundo del puerto de Veracruz se le atribuye un desvío de recursos superior a los 58 mil millones de pesos (35 mil millones de pesos de desvíos de fondos públicos federales y 23 mil millones estatales).

En su última aparición pública, en la audiencia informativa ante el Quinto Tribunal de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delitos contra el Ambiente de Guatemala, se mostró “como un igual” ante la autoridad de ese país.

“Él se coloca en una posición igual, no se percibe él como un ciudadano acusado de un delito (…) sus expresiones hablan de una despreocupación y que no está en una situación de amenaza”, resume.

Trazo duartista

El experto en grafología, Salvador Díaz Reyna, delineó la personalidad de Javier Duarte basado en dibujos que hacía el ex gobernador de Veracruz cuando tenía reuniones de gabinete.

El especialista, al describir los dibujos a los que EL UNIVERSAL tuvo acceso, indica que se puede ver una personalidad obsesiva-compulsiva, con un alto nivel de estrés, agresividad y mal carácter.

Líneas simétricas y figuras geométricas casi perfectas, remarcadas una y otra vez forman parte de los dibujos que realizaba el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, cuando se reunía con sus funcionarios.

En dos de las tres imágenes —que conservan colaboradores— se muestra una onda curva que pasa por todos los módulos que lo integran en un movimiento descendente.

Para un niño de seis años esas mismas estampas representan un dragón, un moño y unas mesas, pero para un perito criminalista “son movimientos parásitos”; es decir, movimientos repetitivos que no tienen una función concreta y que suelen ser rítmicos.

Lo que demuestran esos dibujos, afirma el especialista en grafología Salvador Díaz Reyna, es un alto nivel de estrés, agresividad y mal carácter en el individuo que los realiza, además de una personalidad obsesiva–compulsiva.

Su brusquedad se contraponía con el ánimo dicharachero y solidario que rayaba en lo dadivoso, recuerdan sus allegados.

Con sus más cercanos compartía largas veladas en restaurantes y a los lejanos les brindaba su apoyo para pagar la cuenta del hospital tras una larga enfermedad.

Con 43 años de edad y originario del puerto de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa tiene características “raras” de su personalidad y una realidad distorsionada.

La firma

La firma del ex gobernador de Veracruz muestra a un hombre resentido, que quería dejar atrás el pasado, pero que mantenía presente la figura paterna.

Los trazos de su rúbrica también exteriorizan una fachada infantil y hasta inocente.

“Él tenía unos aspectos hacia el área negativa de la firma… nos habla de una persona que cuida poco el dinero y es hedonista, le gusta la satisfacción plena y personal. No hay límites para satisfacer lo que quiere”, dice el abogado y perito criminalista consultado.

Duarte marca en su firma una especie de plano cartesiano, como si quisiera tener todo en orden; sin embargo, también se observa una la línea central que representa una barrera que separa el pasado del futuro.

“Es como si él no quisiera recordar de dónde es ni de dónde viene, pero el futuro se ve muy distante, lo quisiera tomar pero no llega a él”, afirma el grafólogo.

Otro aspecto interesante en su rúbrica es la forma en la que hace los círculos. El perito explica que quienes tienen esa característica en su rúbrica son personas que se aislan y no permiten que se acerquen a ellos.

En su caso, además, al estar el círculo hacia el lado izquierdo se deduce que “él se siente víctima, él siempre se va a victimizar de las situaciones que ocurran”.

Duarte perdió a su padre cuando tenía tan sólo 12 años, en el sismo de 1985 en el Distrito Federal. El entonces secretario de la Confederación Nacional Ganadera, quien heredó a su hijo su nombre y apellido, se encontraba en el hotel Regis cuando el edificio se derrumbó.

El grafólogo explica que en la firma del ex gobernante se plasma la perdida de un ser querido. Es un trazo que parece una estrella y que usan las personas que han visto partir a un familiar, sobre todo una figura paterna.

“Es algo que tiene muy presente y que va cargando, se observa en la base de la firma, se ve en la línea cómo jala el pasado, con un rencor tremendo”, asegura y aclara que no es un análisis de hechos, sino de su firma, en un momento de su vida. La grafología, acota el experto, tiene un margen de error, que es la subjetividad de quién realiza el estudio.

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