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Chihuahua

“En Andrea podías encontrar todo el amor del mundo, era paciente, con sólo verla a los ojos te devolvía la tranquilidad si tenías un problema”, para Olga la partida de su gran amiga Andrea Athié representa una pérdida irreparable.

A unos días del homicidio de la estudiante del Tecnológico de Monterrey, sus familiares y allegados no logran entender cómo fue que una persona tan llena de luz haya sido asesinada de una forma violenta.

“Era muy cálida, muy responsable, siempre centrada en la escuela. Se enfocaba mucho en lo que tenía que hacer. Tenía muy claro a dónde quería llegar y se esforzaba por lograrlo”, recuerda Olga.

Andrea Athié Corral tenía 20 años, cursaba octavo semestre de la licenciatura en Negocios Internacionales, a finales de este año iba a concluir sus estudios.

Hija única del matrimonio de los señores Eduardo Athié y Diana Corral, su relación con sus padres era muy estrecha, hablaban diario varias veces por teléfono, ya que el hogar familiar se ubica en ciudad Cuauhtémoc, pero Andy, como la llamaban de cariño, vivía en esta capital para asistir al Tecnológico.

“Siempre estaba pensando en los fines de semana, porque quería regresar a Cuauhtémoc para ver a sus papás”; el pasado sábado Andrea estaba muy contenta, ya que presentó su último examen y se preparaba para pasar el verano con sus padres, en casa.

La mañana del domingo hizo sus maletas y preparó el viaje, alrededor de las 13:00 horas habló con su mamá para avisarle que iba en camino, en menos de una hora se reunirían. Fue la última vez que hablaron, Andy no llegó.

Al poco tiempo de notar que no arribaba, sus padres lanzaron una alerta por redes sociales y notificaron a las autoridades. En minutos, miles de mensajes circularon pidiendo ayuda para localizarla. No tuvieron éxito, a las 19:00 horas Andrea fue encontrada sin vida en un paraje despoblado localizado cerca de Lago Jacales, a unos 300 metros de la autopista.

Sus sueños de tener un trabajo que le permitiera viajar por el mundo y conocer gente no se concretó, una bala acabó con sus ilusiones y las de sus padres.

“Le gustaba leer mucho, siempre estaba buscando libros o artículos sobre temas internacionales, le interesaba mucho el Tratado de Libre Comercio, la relación de México con EU, y muchos temas en general”, recuerda con nostalgia Olga.

Andrea hacía su servicio social ayudando a niños de familias humildes en clases extraescolares. “Antes colaboró en cursos de manualidades, en un comedor. Lo hacía por gusto, siempre le encantaron los niños, les tenía mucho cariño, sobre todo a los de escasos recursos”.

Siempre estaba para sus amigos, cuando alguno tenía algún problema se lo platicaban y ella les ayudaba a resolverlo, ese era su don: servir a los demás.

Gustaba de una vida sana, practicaba deporte y cuidaba mucho su alimentación, le gustaban las fiestas, pero sólo para convivir con sus compañeros.

“Es un ángel, toda ella era sólo amor para los demás. Ahora sólo nos queda esperar el día en que volvamos a reunirnos y volver a reír juntas”, finalizó Olga.

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