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Las arrugas en su rostro denotan sus más de siete décadas vividas. Se llama Cristóbal Ramírez Aguilar, un mixteco que comenzó su paso por las aulas como profesor rural en la Sierra Norte poblana y no ha podido dejarlas.

Hace unas semanas, a sus 74 años de edad, acaba de concluir su segunda maestría: la primera la hizo en Ciencias Forenses y la más reciente fue en Juicios Orales.

“Siempre, desde que era muy pequeño, tuve interés de ser algo en la vida, salir de la situación tan complicada en la que uno nace”, afirma el hombre que un tiempo coqueteó con la política, pero salió de ella “muy decepcionado” y se hizo abogado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) en 1974.

“Volver [a las aulas] fue encontrarme en un ambiente que para mi fue como si hubiera ido por primera vez. No me sentí ajeno a la juventud, al comportamiento de mis compañeros”, asegura.

Con una trayectoria de 42 años en tribunales civiles, penales y laborales, una vida más pausada, consideró que había llegado el momento de regresar al salón de clases para ir por posgrados. Consiguió dos al hilo.

“Soy de origen campesino, eminentemente campesino, y de ahí tienes esa idea de que en tu vida quieres hacer algo”, dice.

Cristóbal hace el repaso de los años y asegura que no fue fácil regresar a las aulas por su edad y por los nuevos retos de la tecnología.

“Por mi edad me cuesta introducirme o acostumbrarme a las nuevas tecnologías, a pesar de que las necesito y son muy necesarias en mi ejercicio profesional, para mi trabajo. Sin embargo, no me he podido acostumbrar a utilizar las nuevas herramientas que existen”. Con dificultades, incluso, para contestar su teléfono inteligente, hoy no deja pasar un detalle de cómo interactuar con las nuevas herramientas. Apunta en un cuaderno que trae casi siempre consigo los pasos a seguir, la dirección de su correo electrónica y su clave y, sin miedo, pide ayuda a los más jóvenes para usar internet.

Pudo aspirar al doctorado, pero prefirió dos maestrías que, en función de los nuevos tiempos y los cambios al sistema penal acusatorio, se complementan y lo fortalecen profesionalmente.

En el último lustro ha conseguido estos dos grados de maestro y en ellos no reparó en los obstáculos de la edad ni en la singularidad de compartir los pupitres con personas que tienen edad para ser sus hijos o nietos; eso resultó incluso un aliciente.

“Quisiera asesorar ahora a abogados y jueces del Tribunal Superior de Justicia y de la Fiscalía General del Estado, porque me siento con la suficiente capacidad para incursionar dentro del nuevo procedimiento en las nuevas instituciones, que son los juicios orales”.

Del campo a las aulas. Cristóbal nació en el municipio de Petlalcingo, en la Mixteca poblana, y pasó sus primeros años de enseñanza y vida en la inspectoría de Santa Cruz de Bravo, hoy un poblado casi en el olvido y prácticamente desierto por la migración.

En su infancia, su madre vendía cal y aguardiente para sobrevivir. Su padre se ausentaba de vez en vez, por trabajo.

Las carencias lo llevaron a emplearse como mozo en Acatlán de Osorio, la población más cercana y grande, para poder terminar la primaria.

“En esa época también era un problema realmente estudiar, debías tener un poco de deseos y de vocación, para dejar el hogar y venirte a estudiar a la población importante cercana. Yo me vengo de mi pueblo a Acatlán de Osorio a hacer mis estudios”.

El hambre de salir avante lo llevó a prepararse como profesor de escuela primaria y emprende su camino a la serranía del norte de Puebla.

“Varios años me desempeñé como profesor de educación primaria y después tuve la oportunidad y la fortuna de estudiar para ser abogado en la Universidad Autónoma de Puebla, nuestra ahora Benemérita”.

De regreso de la Sierra y tras un paso por el municipio de San Juan Atzompa, a las faldas del volcán Popocatépetl, se instaló con su esposa, una hija y un varón en camino, en la capital poblana.

Estudió entonces la preparatoria, pues en sus tiempos la normal no lo validaba en ese grado para aspirar a la licenciatura en leyes, la que concluyó en 1975.

Ya como litigante, incursión en la política como precandidato a la presidencia municipal de Acatlán, la cabecera distrital de esa parte de la Mixteca baja, y quedó fuera por el recomendado de un mando militar.

Fue regidor en aquel trienio, pero luego decidió que en el litigio independiente estaba su camino profesional y podía ayudar más a la gente en condición de pobreza.

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