Daniel tiene un sólo objetivo en la vida: que el mundo sepa que México sigue vivo. A sus 19 años le ha tocado vivir en un país convulsionado por la violencia; plagado de muertos y desaparecidos. Ha escuchado a lo largo de su vida, dice, que México está acabado, pero “el corazón de este país sigue latiendo”.

Daniel Rodríguez Pérez es un joven hidalguense de piel blanca y pelo castaño. Gusta de vestir camisas con bordados indígenas, de Ixmiquilpan, de Tenango o de Tepejique. Las usa, platica, porque le dan identidad. Daniel, además, forma parte de los 318 nominados para obtener el premio que otorga la Fundación Nobel. Él, junto con el padre Alejandro Solalinde Guerra, son los dos únicos mexicanos considerados para este galardón que se otorga en Estocolmo, Suecia desde 1901.

A los 15 años, Daniel supo que su camino sería la defensa de los derechos humanos. A esa edad empezó a promover lo que llamó Reforma Social, una iniciativa encaminada a recomponer el tejido comunitario. Inicialmente, Daniel planeó su proyectó pensando en trabajar con pueblos indígenas, mujeres y diversidad sexual. Con el tiempo, la iniciativa evolucionó y se dividió en tres etapas diferentes: educación para la paz, formación en derechos humanos y el fomento de la responsabilidad social. Fue con esta última etapa con la que ganó el primer lugar del Premio Estatal de la Juventud en 2014. Ese mismo año se capacitó como voluntario en derechos humanos.

Desde entonces Daniel comenzó a llevar los derechos humanos a escuelas de la región de Tula. Fue por este trabajo que su maestro Juan Gabriel Zamora, presentó su postulación al premio Nobel. Daniel estudia Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, pues por cuestiones económicas tuvo que dejar el Instituto Tecnológico de Monterrey.

La lucha de Daniel ha sido callada, por que, explica, así es como deben ser las luchas verdaderas. Con su nominación al Nobel, dice, viene también la responsabilidad de sumar para ser más fuertes, por ello destaca que quisiera conocer al padre Solalinde. El joven hidalguense dice que la nominación del Nobel es una gran distinción y una oportunidad para que el mundo sepa que el país está vivo. “Está vivo porque hay gente que lucha todos los días. Hay tragedias y violencia, pero también hay jóvenes y adultos que salen a la calle; por ello su corazón sigue latiendo”, manifiesta. Para Daniel, su nominación le da la oportunidad de promover al México vivo y la búsqueda de un Frente Nacional por la Paz. Fue por eso que la mañana de marzo que Alejandro, su mejor amigo, le dio la noticia de que su postulación había sido aceptada, se convirtió en uno de los días más felicies de su vida.

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