Intentar ocultar la honda problemática social de este sitio por temor a ahuyentar el turismo y anteponer su imagen y reconocimiento antes que la atención a la descomposición social ha provocado la intensificación de la violencia.

Eso se ha traducido en una crisis durante los últimos dos años, reflejada en feminicidios y el avance del crimen organizado, que se materializó en el reciente ataque a la fiscalía estatal.

Para Celina Izquierdo Sánchez, directora del Observatorio de Violencia Social y de Género de Benito Juárez —cuya cabecera es Cancún—, se ha descuidado lo que le ocurre a la ciudadanía que reside aquí, respecto de lo que sucede en la impecable zona turística, porque la autoridad está más enfocada en cuidar una imagen que en prevenir fenómenos sociales que hablan de la descomposición social.

La cuna de la violencia aquí —afirma— ha sido el hogar y su posición frente a la dinámica particular de un destino turístico: extensos horarios de trabajo que propician que los padres pasen poco tiempo con los hijos; la migración que dificulta el sentido de pertenencia de las y los cancuneses; la depresión que generan los bajos salarios o el contraste entre la opulencia de sus centros de trabajo con las carencias de las colonias que habitan.

La soledad de quienes llegan sin sus familias a construirse un futuro, la calidad y dimensiones de las viviendas, el aumento en consumo de alcohol y drogas, son factores mencionados, pero poco atendidos.

La también académica subraya que, de acuerdo con el Centro de Comunicación, Cómputo y Comando (C4), en la zona norte de Quintana Roo, se recibieron en Cancún durante 2016, mil 800 llamadas, verificadas, de violencia familiar.

“Son mil 800 mujeres, mil 800 familias, el doble de niños, por lo menos —tres mil 600 niños que viven en esos hogares—, mil 800 agresores… es toda una universidad de la violencia que está creciendo en Cancún.

“Esa universidad en donde se practica, donde se aprende y donde se solapa la violencia está totalmente vigente y de ahí, es de donde vienen buena parte de los problemas sociales”, indicó al asegurar que mientras esa intensidad de la violencia no se atienda y disminuya, de nada servirán campañas para preservar la imagen del destino turístico.

Cuestionada acerca de esta percepción de paz que Cancún se esfuerza por demostrar al exterior, respondió: “Si me hubieras preguntado eso la semana pasada, mi respuesta parecería fuera de contexto, pero hoy, después de los acontecimientos del martes (el ataque a la fiscalía), es fehaciente que no hay paz. Paz es desarrollo, no es pobreza, no es miseria, no es desigualdad, no es injusticia y eso hay aquí.

“El 49% vive pobreza; sólo 9% de jóvenes tienen acceso a universidad. La mayoría de niños que van a la escuela pública tienen una mamá que sólo llegó a la primaria y un papá que si bien le fue llegó a la preparatoria. Ahí no hay posibilidades de desarrollo”

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