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A las autoridades aún les cuesta reconocer su existencia. Le llaman, para fines prácticos, El cártel independiente que, según investigaciones de inteligencia federal, tomó fuerza desde 2014 y es el encargado de la distribución de drogas al menudeo en la Península de Yucatán, sobre todo en los puertos y en las zonas turísticas.

La investigación —que se compartió con el anterior gobernador de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo—, detalla que el cártel se formó en la colonia popular Alfredo V. Bonfil, ubicada en la entrada de Cancún, donde los patrullajes son mínimos. Aquí la actividad delincuencial es menor, pero las viviendas se utilizan como maquilas para las dosis que son distribuidas en la zona centro, la zona hotelera, incluso, en los hoteles cinco estrellas.

Los habitantes de la Bonfil conocen la problemática, sin embargo, dicen que ya se acostumbraron. Además, aseguran que los delincuentes los conocen y los respetan, la fiscalía local, incluso, la mantiene como una de las más seguras, apenas se registraron 20 denuncias de robo el año pasado.

El movimiento de quienes mueven la droga empieza después de las 17:00 horas en el kiosko del lugar. Ahí, jóvenes en motocilistas empiezan los contactos con los llamados “touteros”, que se dedican a vender tours a los turistas. Éstos son los encargados de avisar cuánta gente llegó, cuántos son familias, cuántos mexicanos, extranjeros y, sobre todo, cuántos jóvenes.

Los touteros detallan también a que hoteles llegan los turistas y les recomiendan los bares y antros. Ésta información les sirve para determinar el área y los lugares donde enviar personal para ofrecer la droga; todo pasa casi frente a las autoridades, pues, junto al kiosko, está el comisiarado ejidal.

Las grandes casas que cuentan con cámaras de vigilancia y seguridad privada, contrastan con el panorama de las casas al final de la colonia. Ahí, la situación es diferente y aunque prácticamente son vecinos —sólo los divide una calle de terracería— los moradores originales nunca saben quién llega y quién sale de ahí, para evitar problemas simplemente no preguntan.

Cuando cae la noche, los motociclistas se dirigen a los sectores donde están los turistas. Quienes se dedican a este negocio aseguran que la instrucción de los cabecillas es no molestar a los turistas, así como respetar a las autoridades. El negocio consiste también en mantener la paz de las zonas “doradas” pues a nadie le conviene el arribo de marinos y policías federales.

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