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Se escucha música guerrerense: un disco es reproducido en un puesto de blusas típicas. Artesanos y vendedores de varias regiones, como el Alto Balsas y Olinalá, así como de otras comunidades, bajan desde las seis de la mañana al tradicional tianguis. Colocan tapetes, canastas, aretes, botellas con tigres pintados, sombreros, bolsas, verduras y frutas.

Luis Aguilar Nava, historiador local, explica que la tradición del tianguis inició en 1581 con la venta de semillas, frijol, maíz, herbolaria, cuarzos curativos y productos típicos, como el chilate (bebida de cacao), petates, artículos de palma o soyate, como se le conoce a este producto tejido en cientos de formas creativas por los artesanos.

Huele a manteca con masa sobre el bulevar Eucaria Apreza. El aroma de las populares gorditas viene de un humo ligero esparcido en un kilómetro y medio. Se aprecian nacimientos en miniatura hechos de hoja de maíz conocido como totomoxtle. La gente no pierde el ánimo. Es diciembre, su mejor mes, y aunque las ventas han bajado, “por la violencia”, ellos siguen.

Esta vía, la más importante del municipio de más de 30 mil habitantes, ha sido escenario de balaceras desde 2013, según recuerda la gente. En julio de 2014 iniciaron los toques de queda tácitos: nadie les decía que no salieran, pero después de las ocho de la noche preferían quedarse en casa.

Hoy se observan metates, molcajetes, señoras que ofrecen ajos, cerillos, bolsas tejidas, jarrones decorados, botellas para el mezcal... y militares.

Pasa un convoy y una patrulla de la Policía Federal. El Ejército mantiene un retén a la entrada del municipio que forma parte de los 50 donde el gobierno federal inició un programa para disminuir los índices de violencia. Chilapa, junto a Coyuca de Benítez, Iguala, Chilpancingo y Acapulco son los municipios con más homicidios del estado. En 2016 hubo más de 100 en Chilapa.

“Chilapa es mucho más que la violencia, también es cultura”, dice el maestro Aguilar Nava. Según sus conocimientos historiográficos por su origen náhuatl, el mercado ambulante de la región es un tianguis que data desde la época prehispánica, casi 500 años. Si bien hay referencias hasta después de la llegada de los españoles, la gente ya vendía desde antes sus cultivos.

Aguilar señala costalillas llenas de maíz negro, güero y colorado. Explica que la producción de maíz y frijol se ha dado tres veces por año desde el siglo 16. Los frailes agustinos, como Fray Nicolás de Vite, Noco, poblaron sus huertos con cítricos.

Productos con historia. Detalla que la artesanía es más reciente: “En Chilapa se han fabricado petates, bolsas, las primeras que se comercializaron venían de Santa Catarina. A mediados del siglo 20 el profesor Rafael M. Bello empieza la bolsa de palma, de la planta de soyate. Las hizo por necesidad. Su esposa estaba muy enferma. Se recuperó la señora y a él le seguían pidiendo esa bolsita”. Agrega que los artesanos llegaron hace 30 años.

El tianguis no siempre estuvo a orillas del bulevar donde compradores y vendedores caminan junto a policías federales que portan armas largas; antes estaba en el zócalo, pero por razones políticas los puestos de pozole, carne de puerco con guajes y chumilines (unos insectos que se comen vivos y pican más que el chile habanero) se trasladaron para acá.

“Podemos ver productos netamente prehispánicos, como los trajes de Acatlán, de San Jerónimo Palantla, comunidades indígenas de Chilapa. Aquí hay varios momentos de la historia mostrados por artículos que enriquecieron el tianguis dominical de Chilapa”, dice el historiador.

Explica que es un importante centro de abastos y un punto dominical de negocios. Gente viene de otras partes del país, “incluso del mundo”, a conseguir las coronas navideñas que sólo aquí se hacen con materiales naturales. Cajitas de olinalá cuyas flores y trazos son inigualables. Aunque las han querido imitar en países asiáticos, los productos salen del corazón de la Montaña.

Entre las flores y arreglos elaborados con la hoja seca que envuelve la mazorca de maíz, espejos decorados, venados que acompañan los nacimientos hechos de hierbajos de manzanilla y máscaras de las danzas típicas caminan tres policías federales que están allí “para reforzar la seguridad”.

María Nicolasa es artesana, viene de Ayahualulco, donde casi nadie entra al tianguis que tienen también de artesanías porque es territorio, según la fiscalía estatal de Los Ardillos, un grupo delictivo en disputa con Los Rojos. Los demás artesanos, la mayoría indígenas, provienen de comunidades como Ahuihuiyuco, Atzacoaloya, Ahuexotitlán y Xicotlán, entre otras.

La violencia ha mermado toda actividad en Chilapa, municipio donde familias de desaparecidos han solicitado al Alto Comisionado de la ONU su intervención para una declaratoria de emergencia humanitaria; desde 2013, han ocurrido 330 crímenes, entre homicidios y desapariciones forzadas.

José Díaz Navarro —sus dos hermanos, un primo y dos amigos arquitectos fueron asesinados en 2014—, dirigente de Siempre Vivos señala que las disputas han dejado el horror en el municipio donde nació. Todos se ven afectados o conocen a alguien que fue tocado por alguna actividad de grupos.

La gente de comunidades bajan cada domingo con la esperanza de que la tradición del tianguis no muera, pues 90% de la actividad de Chilapa se reduce al comercio.

Entre artesanías y armas. En 2016 ocurrieron 107 homicidios en Chilapa, 31 en Tixtla y 29 en Zitlala, municipios aledaños. Desde hace cuatro meses el número de desaparecidos ha crecido: han levantado a al menos 40 personas, la mayoría jóvenes.

“No nos da miedo venir a comprarle a los artesanos, pero la percepción no es la misma desde hace al menos cuatro años. Nosotros venimos en Día de Muertos y Navidad porque venden todo tipo de regalos y es muy barato, pero caminar con policías nos hace comprar rápido”, confiesa Arlen Domínguez, quien compra desde hace 10 años.

En Ayahualulco han aparecido descabezados. Se allí son al menos 20 personas de los desaparecidos que reporta Siempre Vivos. Comerciantes cuentan que los tiempos de bonanza, cuando ganaban hasta 3 mil pesos en un fin de semana, quedaron en la historia.

Tiene nietos de 20 y 26 años de edad, que le ayudan con la hechura de sus artesanías, pero vive con el temor de que sus nietos dejen de elaborar bolsas, tapetes, posa vasos y otros artículos, porque los integrantes de la delincuencia les han pedido trabajar con ellos.

En un pasillo, donde se ven huecos que en otros años eran impensables, Humberto Rodríguez, de Santa Cruz Lomalapa, Olinalá, muestra coloridos guarda joyas, el más caro cuesta 100 pesos.

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