En diciembre de 2008, Ángel Aguirre Herrera llegó a la presidencia municipal de Acapulco como el secretario particular del alcalde, el priista Manuel Añorve Baños. Tenía 23 años de edad y ahí comenzó su carrera política.

En ese momento, Añorve Baños era uno de sus principales aliados político del único guerrerense que ha sido gobernador de Guerrero en dos ocasiones: Ángel Aguirre Rivero.

Antes, fue jefe de departamento en la Secretaría General de Gobierno del Estado de México, durante la administración de Enrique Peña Nieto.

En la secretaría particular de Acapulco su paso fue efímero, estuvo sólo dos meses. La dejó para buscar la candidatura a la diputación federal del PRI por el Distrito 08 ubicado en la Costa chica, el bastión de los Aguirre.

No tuvo problemas, logró la postulación y después ganó la elección. Era el año de 2009.

Se convirtió en diputado federal por el PRI, pero dos años después, en 2011, a su padre el tricolor le negó la candidatura a la gubernatura y se la dieron a Añorve Baños, que venía de recuperar a Acapulco después de 10 años de gobiernos perredistas.

Aguirre Rivero dejó el PRI y su hijo también. Ambos se convirtieron en perredistas y ese mismo año el aguirrismo regresó a Casa Guerrero.

Ya con Aguirre Rivero como gobernador, Aguirre Herrera se postuló como candidato a diputado del PRD en el Congreso de Guerrero. Otra vez: no tuvo problemas y ganó la postulación y la elección. Eran los mejores tiempo en la segunda era de Aguirre Rivero en el gobierno de Guerrero.

En el Congreso de Guerrero quedó marcado como el junior-diputado, junto con el hijo del ex gobernador, Rubén Figueroa Alcocer, Rubén Figueroa Smutny. Ambos también se caracterizaron por ser de los más faltistas.

Los buenos tiempos terminaron tres años después, justo la mañana del 27 de septiembre de 2014. Ese día Guerrero amaneció con la noticia que 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa no aparecían, que habían sido desaparecidos por policías municipales de Iguala (y ahora se sabe de Huitzuco y Cocula) y sicarios del grupo delictivo Guerreros Unidos.

La presión política se enfocó en el gobierno del estado. Peña Nieto, incluso, en los primeros días llegó a decir que el problema tenía que ser resuelto en Guerrero.

Aguirre Rivero mantuvo resistencia durante casi un mes después. La tarde del 24 de octubre, presentó su solicitud de licencia para dejar la gubernatura y desapareció de la escena pública. Dos días después, el festejo del cumpleaños número 30 de Aguirre Herrera fue en las penumbras.

Aguirre Herrera hizo lo mismo que su padre: desapareció. Pero no sólo fue eso, sino también se acabó su aspiración a la candidatura del PRD a la alcaldía de Acapulco. No tuvo ninguna posibilidad. En el siguiente año, en 2015, la campaña por la gubernatura y las 81 alcaldías, se volvió monotemática: para bien o mal los políticos ocuparon la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa con argumento central.

La carreta política de Aguirre Herrera siempre estuvo bajo el cuidado de su padre.

“Ángel siempre estuvo consiente de ser hijo de Aguirre Rivero, nunca renegó de eso. Sabía de las desventajas y ventajas de ser hijo de un ex gobernador”, cuenta un amigo, quien pide no ser identificado por no estar autorizado por la familia para dar información.

En septiembre de 2016, Aguirre Herrera reapareció en la escena pública de Guerrero. Los hizo en la parte alta de la colonia Costa Azul, en Acapulco, donde entregó láminas a los vecinos. Y dejó claro el propósito de su regreso: consolidar la corriente política al interior de PRD que fundó su padre, Izquierda Progresista de Guerrero (IPG). Un mes después, su padre también reapareció, pero las críticas lo mandaron al encierro otra vez.

Pero sus cercanos y en corrillos políticos todos sabían que había comenzado su campaña rumbo a la candidatura del PRD en Acapulco.

La madrugada de este jueves, una caída en el baño de su casa en la Ciudad de México, terminó con su carrera a la alcaldía de Acapulco.

lsm

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