En la frontera los panteones no lucen repletos en el Día de los Muertos: excepto un mausoleo. Hay que esperar tu turno para ingresar a la tumba de Juan Soldado, un hombre acusado de violar y matar a una niña hace 78 años.
Los historiadores aún se preguntan ¿cómo un violador y asesino confeso se volvió un santo? Juan Soldado es el santo patrono de los migrantes y los polleros que emprenderán su camino a Estados Unidos.

Ayer miércoles Juan Soldado, también llamado entre los tijuanenses “el santo violador”, recibió flores de colores, veladoras, donaciones en efectivo y peticiones para cruzar al vecino país o que les otorgué una visa.

La música norteña se escuchó por todo el panteón regional número dos, localizado en la colonia Castillo, ubicada a sólo unos metros de la línea que divide México y Estados Unidos.

Como ya es tradición, a su tumba llegaron residentes del sur de California, quienes le atribuyen el milagro de conseguir su green card, la residencia temporal para vivir en ese país.

Ayer visitaron a Juan Soldado jóvenes de universidades en California, quienes se tomaban fotos frente a su altar y le dejaron flores de cempaxúchitl, mientras algunos curiosos trataban de leer los mensajes que los fieles devotos le dejaron este año.

“Gracias por cuidarme en el camino, y permitirme llegar a mi destino”, “te debo mi emigración Juan”, se leía en algunas lapidas de cementó que fueron colocadas afuera del mausoleo.

Un hombre rezaba afuera de su tumba: “Me hizo un milagro personal pero la verdad es que cuando tienes fe, te los cumple”, dijo hincado y con las manos entrelazadas. Este año le trajo sus flores “porque se lo debía”.

Visitantes llegaron a las puertas de su mausoleo, en Tijuana, desde ciudades como Los Ángeles, en Estados Unidos. Manejaron hasta cuatro horas para agradecerle a Juan Soldado.

La historia. En su ensayo Juan Soldado. La canonización popular de un violador y asesino confeso, del historiador estadounidense Paul J. Vanderwood, el experto explica que la historia del militar se suscitó en 1938.

Una niña de ocho años de edad fue violada y asesinada en Tijuana, México. Un joven oaxaqueño llamado Juan Castillo, de 24 años, se confesó autor del crimen y, tras un juicio sumario, fue ejecutado. “Poco después, grupos de curiosos dijeron ver ciertas “señales” y la presencia de lo divino en la tumba de Juan. De este modo dio inicio el culto al soldado muerto; ocurrían milagros, por lo que los fieles erigieron un altar junto a la tumba”, explica el historiador.
Paul J. Vandrewood anexa a su investigación una frase que resume a Juan Soldado: “Soy de Tijuana. Un día déjame pasar a Estados Unidos por la puerta grande sin esconderme de nadie”.

Google News

Noticias según tus intereses