En la comunidad El Cardonal, en el estado de Hidalgo, te da la bienvenida la vegetación semidesértica, las calles polvosas y sin pavimento; en ellas caminan los niños mexicanoestadounidenses. Son hijos de los migrantes, pequeños de seis a 12 años que buscan su lugar aquí, en la tierra de sus padres.

La migración en el estado es un fenómeno que data desde los años 70, cuando la pobreza se enraizaba a la tierra como los cactus que todavía se pueden ver en San Antonio Sabanillas, delimitando cercas y rodeando las casas.

Fue el sueño americano lo que logró sacar de la marginación a cientos de familias de esta región. Es el mismo sueño que a veces se convierte en pesadilla, como la que le ocurrió a Juventino Doño León y a sus cuatro hijos, quienes ahora tienen la disyuntiva entre asumirse como mexicanos o estadounidenses.

Para saber la historia de los niños con las dos nacionalidades, primero hay que conocer la historia de sus padres.

Juventino ahora tiene 39 años, pero a los 17 —recién terminada la secundaria— se fue a Estados Unidos; durante casi una década trabajó sin descanso, hasta que un día la migra lo detuvo y lo deportó.

De regreso a México, conoció a quien sería su esposa y madre de sus cuatro hijos: Verónica. Ella fue quien también lo animó a regresar a Estados Unidos. “Por mí no me hubiera ido, pero ella me insistió”, cuenta.

Sentados en una banca de madera en su casa, Verónica y Juventino narran su historia.

Ambos regresaron al vecino país y se asentaron en Georgia, donde se casaron y tuvieron cuatro hijos. Trisha, la mayor, tiene 14 años de edad, seguida por Manuel de 10 años, Héctor de seis e Isaac de cinco años.

En 2011 volvieron a deportar a Juventino al pasar por un punto de verificación de licencias, infracción que derivó en año y medio de prisión y la orden de que no pueda pisar suelo estadounidense de nueva cuenta.

Su deportación ocasionó el quebranto financiero del hogar y la fractura familiar. “Perdí todo; había comprado un terreno y una casa y me faltaban dos pagos para terminar de arreglar los documentos, pero a la gente que se la compré, un mexicano legalizado, se aprovechó y me la quitó”, dice Juventino.

Aun con una demanda en la corte, esta familia poco pudo hacer. Verónica tuvo que quedarse en Estados Unidos con sus hijos, ya que Héctor padece del corazón y no podía salir del país. Tres años después, esta familia logró reunirse: Verónica y sus cuatro hijos llegaron hace seis meses a México.

Pero el gusto les duró muy poco. Sus dos hijos mayores sólo aguantaron tres meses en la tierra de sus padres. Ellos ya no quisieron estar aquí, no podían adaptarse.

Uno de los temores de esta familia para que decidieran dejar a sus hijos regresar solos a los Estados Unidos fue Donald Trump, desde la campaña del empresario Trisha y Manuel estaban inquietos y preocupados. Había ocasiones en que no podían dormir pensando en que si a Verónica la deportaban ellos estarían en manos del Estado, cuenta Juventino.

“Yo ya había sido deportado y si su madre corría con la misma suerte ellos serían recogidos por el Estado, por ello decidimos que todos regresaran. Cuando veían la televisión y escuchaban todo lo que ha dicho Trump estaban muy preocupados ya no querían no salir... Es difícil para todos los mexicanos que haya ganado y al menos en nuestro caso es casi imposible que podamos reunirnos en Estados Unidos y aquí en México, las cosas tampoco creo que se den, ellos merecen un futuro mejor allá”.

La Oficina de Atención al Migrante en el Estado y el Extranjero, a cargo de Juan de Dios Hernández, señala que durante los cinco años y siete meses que duró la administración del ex gobernador Francisco Olvera, se realizaron alrededor de 5 mil trámites de doble nacionalidad. Es decir, son los niños que llegaron a México provenientes de Estados Unidos, con edades que van de dos a 15 años. De septiembre a la fecha, se han tramitado 200 actas de doble nacionalidad. Durante algún tiempo, estos menores se quedan en las poblaciones originarias de sus padres; sin embargo, a los 14 años, en promedio, deciden regresar a Estados Unidos.

Juan de Dios Hernández señala que es muy difícil que un menor, sobre todo en los casos de los adolescentes, pueda hallar lugar en estas comunidades. Acostumbrados a ciudades de primer mundo, vialidades, escuelas y grandes edificios, es casi imposible que encuentren empatía con un entorno de pobreza.

La historia de otros niños mexicanoestadounidenses se repite con los dos hijos mayores de esta pareja, pues decidieron regresar a Estados Unidos. Se fueron a estudiar, aquí había problema porque ellos sabían inglés y no se adaptaban al sistema educativo del país, explica la madre.

Héctor, de seis años, sigue en México sólo por una razón: porque es pequeño, pero asegura que cuando crezca regresará a su país, extraña Estados Unidos y la comida. Él, a igual que sus hermanos, son ciudadanos estadounidenses.

Bangandho es una comunidad del municipio de Ixmiquilpan, ahí radican Josefina y su esposo, Francisco Paredes, él tiene dos años que llegó de Estados Unidos deportado, “si por mí hubiera sido, no vengo”, dice Francisco, quien también salió de Ixmiquilpan a los 17 años, pero al igual que Juventino, le tocó la política de deportación del presidente Barack Obama y tras varios meses en la cárcel y pelear su caso, decidió acatar la disposición y regresar al país.

Un año después llegó su esposa. Yo tampoco me quería regresar, la vida es muy diferente, extrañamos las comodidades, la forma de vida de allá y las oportunidades para los niños. Ellos tienen dos hijos: Nahomi, de 6 años de edad y Cristian, de 10. Ambos menores también son nacidos en Estados Unidos, en Florida, y aun cuando son pequeños, no han perdido el interés por su país, y ya han comenzado a pedir que se regresen a Estados Unidos. La tierra llama.

Ellos llegaron pequeños y el cambio no fue tan brusco, pero aun así, me piden que nos regresamos, que quieren ver a sus amigos y sus padrinos, dice Josefina. Esta familia sólo espera que pasen los ocho años de restricción que se le impusieron a Francisco durante la deportación, para volver a donde consideran su hogar.

Regreso de adolescentes

El Consejo Supremo Hñahñu es un organismo no gubernamental que se dedica a apoyar a los migrantes en sus trámites de documentos, y este año —refiere Cecilia Ambrosio— ha habido un incremento de niños y adolescentes que llegan a la región, pero el fenómeno también es en forma contraria, muchos adolescentes se están regresando.

Se estima que en la región pudieron haber salido entre julio y agosto de este año, un centenar de jóvenes mexicanoestadounidenses, son los niños que no pidieron venir, sino que por las circunstancias de sus padres pisaron suelo mexicano. Explica que la salida de estos menores se da en el marco del ingreso a high school (escuela secundaria), en agosto.

Jason e Ingrid son otros dos, niños mexicanoestadounidenses, llegaron a la comunidad de Cerritos, en Ixmiquilpan, a los cuatro y seis años, ahora tienen 12 y 14, y esperan en un futuro también poder emigrar, aunque por el momento se sienten más mexicanos que estadounidenses, allá sólo fue la tierra donde nacieron.

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