La Iglesia Católica en Coahuila está “de manteles largos”, el arzobispo de Monterrey, monseñor Rogelio Cabrera López y el secretario de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Alfonso Miranda Guardiola, presidieron con el obispo Raúl Vera Lópoez, una Concelebración Eucarística con motivo del CXXV (125) aniversario de la fundación de la Diócesis de Saltillo.

El encuentro de los jerarcas católicos se efectuó en la ciudad de Monclova, en la zona centro del estado, y fue encabezado conjuntamente por Fray Raúl Vera López y Francisco Villalobos Padilla, obispos en funciones y emérito de la Diócesis Local, respectivamente, y anfitriones de la celebración religiosa histórica, y su colega de Piedras Negras, Alonso Garza Treviño.

Tres mil 700 feligreses, junto con un centenar de sacerdotes, diáconos, seminaristas y religiosas de la demarcación católica asistieron a la misa oficiada en la Unidad Deportiva “Nora Leticia Rocha” ubicada a un costado del estado de beisbol de “Los Acereros”.

Durante el festejo hubo presentación de bailables y representaciones alusivas a los 125 años de la fundación diocesana en esta entidad y, para culminar con la celebración se sirvió de comer a todos los asistentes.

IGLESIA ABIERTA

Vera López declaró, en conferencia de prensa posterior, que el reto más importante que la Diócesis de Saltillo tiene es adecuar debidamente su trabajo pastoral a los criterios, a la mentalidad, a la espiritualidad del Concilio Vaticano Segundo.

“Esto es lo que la Diócesis de manera especial está buscando, el proyecto pastoral que la lleva a fraguar, a construir en la realidad una iglesia como la dibujan los documentos conciliares”.

“Una iglesia abierta a la sociedad, --apuntó-- que verdaderamente acompaña y siente con los gozos y los sufrimientos, con las esperanzas y también las frustraciones que la sociedad contemporánea vive”.

Que sea muy cercana a los sufrimientos pero también a las conquistas del ser humano, abierta al diálogo con la sociedad, con las instituciones políticas y económicas, en orden anunciar el evangelio, no para hacer tratos, no para hacer alianzas sino para anunciar el evangelio.

La iglesia diocesana también tiene que constituirse como un pueblo de Dios en el que todos son evangelizados plenamente y todos participan en la evangelización, en la comprensión y en el anuncio de la fe, ya no el método magistral donde uno habla, los otros aprenden y escuchan.

Se debe establecer realmente una confrontación entre fe y vida a un nivel muy fraterno, no una iglesia piramidal en donde el obispo está por allá arriba “emperifonado”, luego los sacerdotes, luego las religiosas y los laicos, no, una iglesia realmente en diálogo comunitario en donde todos entienden la común dignidad y todos aprecian y respetan la vocación de cada uno.

“El reto de la iglesia diocesana es adecuar su pastoral a las líneas conciliares que está marcando nuevamente, de manera muy clara, el actual pontífice Francisco”, subrayó.

afcl

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