El cultivador mantiene en su memoria todo el ciclo que lleva la amapola hasta ser goma de opio. Tiene 64 años. Durante toda su vida, las plantas moradas, blancas y rosas han crecido y muerto en su pueblo natal, uno de los mil 280 en la sierra de Guerrero que se dedica a la siembra de enervantes.

Hace seis años retomó la actividad; antes trabajó como chofer, fue indocumentado en Arizona, sembró durazno, maíz y frijol.

No es fácil cuando tienes 10 hijos y la obligación de calzarlos, vestirlos y darles de comer rebasa tus ingresos. El cultivador, cuyas grietas en las manos prueban su trabajo en el campo, conoce desde niño las flores, ha rallado los bulbos y visto el jugoso opio que para él representa 13 mil pesos cada cuatro meses, si bien le va.

En el jardín de su casa —mitad madera, mitad tabique— el cultivador platica que les pagan hasta 13 mil pesos por kilo de goma de opio, pero, la ganancia no es neta, al menos 30% ya lo deben por los gastos de la siembra.

La amapola no es un gran negocio para el cultivador, reitera Arturo López Torres, comisario de la comunidad de Los Filos en Leonardo Bravo, “es el peón del peón”, dice, y añade: “Los campesinos cultivan, gente de fuera de los pueblos acopia, otros procesan y otros más, que ni siquiera ubican, lo venden. El campesino de la sierra siembra en tierras de uso común porque es un extra. Nadie planta más de una hectárea porque es muy costoso”, explica.

Comenta que a la planta se le tiene que invertir en fertilizantes y pago a peones, además “es muy riesgoso sembrar amapola, te puede cachar el plantío el boludo [como llaman los habitantes al helicóptero del Ejército que sobrevuela sus parcelas y las fumiga]” y los campesinos se quedan con la deuda de lo invertido.

El cultivador fue chofer de una ruta de su comunidad durante 23 años; trabajó cuanto pudo para que sus hijos tuvieran mejor destino. Lo logró. De los 10, sólo uno, de oficio albañil, siembra con él amapola; al igual que el campesino, todos sus hijos nacieron en la Sierra Madre del Sur que pasa por Guerrero.

En esta zona, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) admite que hay problemas de inseguridad, sobre todo por la pugna de grupos de la delincuencia organizada.

La Sierra de Guerrero se conforma por las partes altas de Eduardo Neri, Leonardo Bravo y Heliodoro Castillo; San Miguel Totolapan, Coyuca de Catalán, Pungarabato, Arcelia, municipios de la Tierra Caliente; Atoyac, Petatlán, Coyuca de Benítez, Zihuatanejo, La Unión y Tecpan de Galeana, en la Costa Grande del estado.

En toda la región ha habido promesas de múltiples proyectos que a la fecha no llegan. La gente ha dicho “cambio la amapola por otros proyectos, pero no ha habido nada”. Hace dos años, la SSP preparó a 200 agentes y los hizo parte de la Policía Rural para que cuidaran sus comunidades; 60 se dieron de baja y la dependencia no ha activado ese número de vacantes.

Nuestro guía ya no se acuerda cuántas veces llevó a la Comisaría de su pueblo sus documentos para que lo apoyaran con un proyecto productivo de los que otorgan dependencias como la Secretaría de Economía, como la cría de marranos, pero nunca ha tenido uno. En la misma condición están muchos de sus vecinos, dice.

“No somos delincuentes”

Arturo López Torres, comisario de Filo de Caballos, lamenta que el gobierno del estado reprima a sus compañeros que participaron en el bloqueo del jueves pasado, “justo cuando los habitantes de la sierra apoyaron al gobernador Héctor Astudillo para ganar, pero lo más grave es que relacione a los cultivadores con delincuentes. La gente siembra por necesidad; no es algo nuevo que no sepa el gobierno”.

Son al menos mil 280 comunidades, unas 50 mil personas de la región, las que siembran enervantes, “pero es justo porque desde hace décadas han pedido desarrollo y no hay ningún proyecto, a pesar de la etiqueta de recursos para que se mejore la situación”, explica Arturo.

Los jóvenes de esta comunidad se siguen yendo a trabajar al extranjero sin documentos y la vida cada vez es más difícil por el acoso del crimen organizado.

Cifras de la Evaluación de la Amenaza Nacional de Drogas de la DEA en 2015 destacan que en el país se produce 42% de la heroína que circula en Estados Unidos. En México, Guerrero es el principal productor de la droga.

Javier Chino Nieves, de 15 años, no va a la escuela desde el jueves pasado. Participó en el bloqueo carretero. Reposa tomando analgésicos para aminorar el dolor de los golpes que la policía le propinó. En su casa en la comunidad de La Laguna, en Leonardo Bravo, su mamá Isabel Nieves nos permite platicar con él y autoriza tomarle fotografías.

También están presentes el padre y la hermana de Javier, quienes escuchan el relato de lo ocurrido el pasado jueves: “A unos 10 nos golpearon los federales, a mi vecino Justino Rodríguez, le rompieron el brazo derecho”. Ese día, campesinos y transportistas colapsaron Chilpancingo. Bloquearon por más de ocho horas la Autopista del Sol para exigir, entre otras cosas, que el gobierno deje de fumigar sus campos; el gobernador Astudillo acusó que se infiltró la delincuencia organizada en la realización del plantón; hay 71 detenidos.

La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que la Policía Federal aseguró 31 vehículos, varios con reporte de robo, seis armas largas de uso exclusivo del Ejército, como un AK-47, un AR-15 equipado con aditamento lanzagranadas, un fusil HK y una escopeta calibre .12; además cinco armas cortas, y casi un kilo de cocaína.

De esto, ni Justino ni Javier saben algo.

El cultivador asegura que él no fue al bloqueo porque “uno va a pedir cosas que no te dan aunque andes atrás, allá te puedes amanecer y no te dan nada. Sólo va uno a darle problemas al pueblo. Aquí se ha pedido antena para celulares, drenaje, abono (él pagó mil 800 pesos por 24 bultos que no le han llegado); no hay oportunidades. La amapola hay veces que pasa un mes que puedes cosechar y pasa otro y no hay quien se arrime a comprarla”.

Él asegura que el bloqueo fue legítimo porque hay mucha necesidad de caminos, de infraestructura educativa, de proyectos que les hagan cambiar sus cultivos ilegales por otros que les dejen dinero lícito. Detalla que por una caja de duraznos le pagan 400 pesos, muy por debajo de la amapola.

Igual que el cultivador opina el comisario de Campo de Aviación, otra comunidad de Leonardo Bravo, quien lamenta que al cultivador lo relacionen con la delincuencia organizada y que el bloqueo resultara en tragedia.

“¿Por ser cultivadores somos delincuencia organizada? Lo que buscamos es que pare la violencia. No queremos más sangre que corra en nuestra sierra. Que el gobierno haga su trabajo. Ellos tienen el poder. Los miles de ciudadanos que hay en la sierra pusieron a Astudillo a que fuera gobernador y, ¿qué está haciendo?, nos está decepcionando”, señaló.

El comisario de Filo de Caballos, Arturo López, quien es Ingeniero Forestal, asegura que en su comunidad se podrían detonar proyectos.

“Si tuviéramos seguridad en la sierra habría una zona ecoturística, huertas de cultivo de aguacate, de duraznos; hay microclimas, hacerla una zona exportadora de rosa de invernadero, alcatraz de colores; hay lugares donde se puede tener trucha”, peticiones que en más de 20 años han costado decenas de muertos.

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