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La región petrolera del sur de Veracruz se hizo una sola ante la tragedia de Pajaritos.

Las principales regiones vinculadas a la extracción, procesamiento y distribución del petróleo y sus derivados de esta región de México, se fundieron y emergieron ante la explosión ocurrida el miércoles en el Complejo Petroquímico Pajaritos.

De todos los rincones se sumaron al lado de aquellos sumidos en el dolor y la desesperación por ver a sus seres queridos en una cama de hospital.

Pero también junto a los que entraron a una espiral de ira por la muerte o desaparición de sus familiares y, sobre todo, por la ausencia de autoridades que los orientaran o les dieran informes de sus seres queridos.

Se organiza comunidad. La información oficial a cuentagotas generó zozobra y sicosis, al grado que grupos de personas revisaban tráileres que pasaban por la zona del siniestro para evitar que presuntamente “sacaran” cadáveres de obreros y hasta se arremolinaban en torno a las carrozas fúnebres que salían con algunos que ya habían sido indentificados.

La desesperación se vio reflejada en las puertas de Pajaritos, hasta donde fueron enviados para que ingresaran y pudieran reconocer los restos de cuerpos que quedaron en el lugar tras la onda expansiva.

Autoridades ministeriales y especialistas periciales decidieron hacer las labores de reconocimiento en el maltrecho complejo, pero el proceso tardó horas, lo que generó una crispación social y comenzaron a culpar a Pemex por la falta de mantenimiento.

El primer brote de inconformidad se dio cuando afuera de la factoría pasaron dos camionetas de lujo con personal del Sindicato de Trabajadores Petroleros. Los dos vehículos acabaron con cristales rotos por las piedras lanzadas; una lograron sacarla del lugar, pero la segunda fue detenida y sus neumáticos pinchados; sus ocupantes estuvieron a punto de ser linchados.

Los efectivos del Ejército y de la Marina, quienes resguardaban el complejo, sólo miraban de lejos la escena de enojo contenido. “Mientras no maten a alguien, tienen derecho…”, soltó un soldado de piel morena, el mismo color de los inconformes.

La familia petrolera —desde Coatzacoalcos, con sus tres petroquímicas, Minatitlán con su Refinería, hasta Cosoleacaque, con una petroquímica más e incluso zonas de pozos—, se volcaron a arropar a los clanes de los 24 muertos, 18 desaparecidos y los 136 heridos.

De acuerdo con Pemex, de los 24 muertos, 12 fueron identificados y ocho entregados a sus familiares, mientras que de los heridos, 19 continúan hospitalizados; el reporte médico de 13, es de gravedad.

Por la mañana, a las puertas de Pajaritos llegaban camionetas y autos particulares repletos de comida y agua, que terminaban también en las manos de marinos y militares para compartir, aunque al final hubo una confrontación entre familias y soldados. Un grupo intentó ingresar a la fuerza para saber la identidad de los fallecidos.

“Déjenos pasar cabrones”, gritaba uno; mientras que otro remachaba: “Ustedes harían lo mismo si su familiar estuviera allá adentro, pendejos”.

El reclamo vino después de que por horas recorrieron los hospitales de los municipios de Coatzacoalcos, Minatitlán, Villahermosa y hasta de Xalapa, la capital del estado.

Todo resistieron: el sol, el olor a tóxicos, la falta de información.

La solidaridad. Desde distintos municipios, como Minatitlán, Ixhuatlán del Sureste y Nanchital, entre otros, han arribado a los hospitales personas con agua, alimentos, gasas, medicamentos y todo tipo de ayuda.

Son integrantes de organizaciones sociales, voluntariados y estudiantes de las facultades de la Universidad Veracruzana, quienes llegan para asistir a sus “hermanos. Como no vamos a venir si todos los petroleros somos uno mismo”, suelta un joven del municipio de Ixhuatlán del Sureste.

Tortas de jamón o de simple frijol, agua de horchata y de jamaica, volovanes y hasta fruta, son ofrecidos de manera altruista.

Los obreros de la refinería Lázaro Cardenas de Minatitlán e incluso los de la petroquímica Cosoleacaque, sienten por igual la muerte de los suyos, porque ellos son una enorme familia.

Y se ve reflejado en las muestras de cariño y amor de todos los habitantes, quienes también consienten con alimentos a los militares que llevan horas parados resguardando Pajaritos.

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