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El obispo de Saltillo, Raúl Vera López, anda con prisas. Habla tanto de protección civil como de la Iglesia, del Papa Francisco o de la política en México. Critica con la misma vehemencia la mentalidad de los párrocos como las reformas del país o la violencia que azota a la nación, la cual concibe como una “estrategia de control”.

“Es un plan que tiene como fin mantener con miedo a la gente para no reclamar las reformas que están afectando a los mexicanos”, ahonda en su teoría. Por eso por la mañana, antes de conversar con EL UNIVERSAL, habló a los feligreses de la necesidad de no ser indiferentes.

Vera cree que el Evangelio se vive afuera y no necesariamente dentro del templo. “El sentido religioso es algo connatural al ser humano. El espíritu religioso es algo que brota, es algo inalienable, es parte del ser humano”, opina el obispo dominico.

—¿Por qué cree entonces que hay menos feligreses?

—Porque nosotros tenemos que cambiar nuestro cliché. Nos quedamos ligados a que lo sagrado es un espacio superior donde nosotros mismos estamos metidos. Por eso a las mujeres no las dejábamos entrar y les pusimos las trabas. Las mujeres no podían entrar a los presbiterios. El sacerdote era una persona que tenía un dominio como que él bajaba a lo sagrado, como que él bajaba a Dios, y esto ya cambió.

—¿Hay sacerdotes que todavía se sienten dioses?

—Desgraciadamente el defecto del clericalismo no se nos ha quitado. Es de las cosas con las que lucho aquí, que nos sintamos superiores a los demás sólo porque somos clérigos. El Concilio Vaticano II ya hace eco de la época moderna, donde el hombre ha dejado ese fetichismo de aplicarle al sacerdote unos poderes que le hacen temer a la persona. El mundo secularizado tiene otras explicaciones, paradigmas, nos ve al tú por tú.

—Hay versiones que colocan a María Magdalena como apóstol ¿por qué la Iglesia se ha resistido a reconocerla?

—María Magdalena era de Magdala, un pueblo identificado por la teología, era parte de la comunidad de Israel, y por supuesto que era parte de la cultura en la que vivió Jesús. Desgraciadamente en esa cultura la mujer no tenía un lugar pero Jesús sí se caracterizó por darle un lugar a la mujer. El Papa ya los está diciendo ‘a ver yo no me voy a meter con el tema del sacerdocio de la mujer, pero sí estamos atrasados con lo que está pasando en el mundo’. ¿Por qué las mujeres no pueden estar en los niveles de decisión más altos de la Iglesia?, ¿sólo porque nosotros tenemos el orden sagrado? Y de ahí sacamos que nomás los hombres podemos llegar a ser jefes de departamento. La potestad que recibimos en el orden sagrado es de santidad, no una potestad de dominio o de control. Yo les pido a los teólogos que discutan esto.

El obispo Raúl Vera tiene una opinión positiva del Papa Francisco. Lo cita frecuentemente como respaldo de sus opiniones. “Volvió a poner la renovación conciliar en el tapete”, dice.

Habla de la mentalidad como el principal obstáculo de la Iglesia. Recuerda que cuando llegó a la diócesis de Ciudad Altamirano, Guerrero, hizo un gran esfuerzo para que no lo llamaran “excelencia”.

“Una vez una señora que no sabía que los obispos teníamos un título, me encuentra en la calle y me dice ‘su majestad’, ¡pues no! [se ríe] Ya está fuera de tiempo. La gente quiere ver hermanos”, reflexiona.

—El papa Francisco ha promovido varios cambios, pero parecieran más cosméticos que de fondo. La realidad es que aún no se institucionaliza.

—¿Por qué? porque aquí estamos los clérigos.

—¿Ustedes son el problema?

—Somos el problema, nosotros somos los aferrados a que el orden sagrado me hace bonito, pues mi trabajo me dio (se carcajea).

—El papa Francisco ya habló sobre el tema de las personas divorciadas. ¿Sería el momento de que la Iglesia los acepte?

—El Papa ha dicho que no están excomulgados. Vamos a esperar el sínodo. Él, viendo que son temas muy duros, empezó a calcular; es muy hábil, muy hábil, muy cuco como dicen en mi pueblo, muy astuto. La gente así llega, como la tratamos así llega. Lo que está pidiendo el Papa es que seamos mucho más humanos. ¿Cómo lo va a resolver?, vamos a esperar el sínodo. Conozco gente que por estas actitudes de la Iglesia se van. Es como con los gays llegan y ni modo de decirles ‘quítate’.

—Hablando del tema, usted ha llegado a celebrar misas con la bandera gay ¿la Iglesia también debería aceptar a los matrimonios entre personas del mismo sexo?

—Su identidad es su identidad. Creo que en la Iglesia debemos ser mucho más objetivos y tenemos que entrarle al tema, pero desde otro ángulo.

—¿Desde el ángulo que todos somos hijos de Dios?

—Hemos agarrado las sagradas escrituras y la hemos volteado y se las aventamos en la cabeza. Es que los sodomitas eran bárbaros, era un lugar de pujanza económica, faltos de respeto a la persona, eso ya lo agarramos y ándale. Era una descomposición desmoralizada, sólo agarran esa parte ¡ah! Vamos a releer las cosas.

—¿Se puede decir que es una lucha de interpretaciones?

—No, es una lucha de mentalidades, no una lucha de interpretaciones.

—Y sobre el aborto, ¿cuál es su postura al respecto?

—Ese sí es un problema grave, es un atentado contra la vida. La Iglesia pide que ni siquiera se manipule el embrión como se hace hoy. Es vida.

—¿Alguna excepción, como en el caso de mujeres violadas?

—Por eso la Iglesia escucha a la persona que aborta. La Iglesia entiende, pero se tiene que saber que es un ser humano al que se le quitó la vida. Las condiciones en las que esa persona atentó contra la vida que llevaba, también la Iglesia la ve. Tengo 40 años de sacerdote y he tratado muchos casos. Recién ordenado me iba a confesar en un santuario mariano y ahí empecé a ver muchos dramas impresionantes, pero sí aceptaban que quitaban la vida a un niño. Lo que la Iglesia no quiere es ‘yo voy a hacer esto que al cabo…’. Eso ya es falta de ética, pero si la agreden y la violan, ahí hay otras cosas, pero la Iglesia jamás va a estandarizar nada. La Iglesia por eso dice: ‘hablemos’.

—¿Se han vuelto jueces?

—Es lo más fácil, es mucho más difícil llevar un ministerio en donde hablo con la gente, la escucho, a que ¡ya ya hasta la cola está grande, ya vete! Somos pastores, no somos jueces.

—Otras iglesias aceptan que los ministros se casen, ¿es el momento de que la Iglesia católica se abra a esa posibilidad?

—Es una disciplina que llegó a la Iglesia durante el Concilio de Elvira, ahí a raíz de que el Señor dijo que el que me siga deje a su padre, madre, esposa, hijos; ahí se les ocurrió.

—La realidad es que hay una crisis en las vocaciones sacerdotales.

—Hay un problema que las familias son más pequeñas. Es que si no hacemos un ministerio más audaz, más ligado a lo que debe ser una persona que evangeliza, en donde no tenga miedo ni siquiera a arriesgar su vida. Si hacemos un ministerio muy administrativo y repetitivo no creo que entusiasme a un muchacho.

—¿El accionar de la Iglesia ha ahuyentado las vocaciones?

—No es que las haya ahuyentado, no se entusiasman. Hoy el mundo globalizado ofrece muchas oportunidades y si no tenemos un ministerio pastoral donde cambiemos las cosas y ayudemos a que cambie el mundo, nadie se va a entusiasmar.

—¿Y si se permitiera el matrimonio, no habría más vocaciones?

—Si va a ser para llegar a ser una vida gris, ¿qué chica va a querer entusiasmarse?, nombre ¡qué flojera! (ríe).

—¿Tuvo novia?

—No, no tuve. No porque no quisiera, sencillamente porque apenas me alcanzaba el dinero.

—¿En ese tiempo eran interesadas las muchachas?

—No para nada, pero había que tener para invitar algo. Yo estudié con becas y todo lo tenía medido, tuve que salir a la Ciudad de México a hacer la carrera. Esa fue la razón por la que yo no tuve. Voy a ser el ridículo, mejor el día que trabaje, pero en el camino…

—¿Tenía su pegue?

—Cualquier muchacho tenía pegue. Yo no era aburrido, sabía muchos chistes. Además sabía bailar.

—¿Se enamoró?

Por supuesto que sí, como cualquier ser humano normal. Sí pensé en el matrimonio y fue algo a lo que tuve que renunciar. Fue una elección.

—¿Alguna vez se arrepintió?

—Nunca, cada día me sentía más a gusto y cada día era más feliz. Lo que sí es que conocí muchas chicas valiosas y lo que dije fue ‘pues me hubieras dejado haberlas conocido antes’. Eso sí lo dije [se carcajea].

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