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Una cacería, es como definen lo que ocurrió durante casi dos horas en el interior del penal Topo Chico. Un grupo de internos sacó de sus celdas a otros reos y los llevaron a empujones a las crujías C-2 y C-3, donde fueron agredidos uno por uno por varios sujetos, en muchos casos hasta la muerte.

El ataque fue de zetas contra zetas por el control del penal. El grupo agresor tenía identificados a los “sentenciados” y los fueron cercando; la saña llegó al extremo de quemar vivos a algunos internos al aventarlos a los colchones e incendiar los muebles.

EL UNIVERSAL se acercó a una decena de familiares de presos que pudieron entrar a la cárcel a verificar que sus parientes se encontraran bien; todos accedieron a hablar, pero al llegar al tema sobre quién inició la matanza o de qué grupo eran la mayoría de los fallecidos, eluden las preguntas y hasta piden omitir sus nombres.

Narran las versiones de sobrevivientes y testigos del penal, después de horas de angustia, de la respuesta tardía del gobierno, del obtener información a cuenta gotas para conocer la situación de los familiares.

Al entrar, los reos les cuentan lo que se vivió y aseguran que no son 12 los heridos —incluidos los cinco de gravedad— pues hubo decenas que sufrieron navajazos, cuchilladas y golpes con todo tipo de objetos, como palas, cuchillos, navajas, piedras, palos y martillos, además de puntapiés.

Algunos testimonios coinciden con lo observado en varios videos que circulan en redes sociales, presuntamente tomados y difundidos por vecinos, personal penitenciario o policías que llegaron a controlar la riña.

Confirman que no hubo una batalla campal, como señala la primera versión oficial, sino un ataque directo, “una cacería” de un grupo nutrido de sujetos armados con todo tipo de objetos hacia un interno, y así se repite la agresión contra otros, a los que los atacantes van sacando de sus celdas para masacrarlos en el patio de la penitenciaría, mientras inicia un incendio en los dormitorios de las crujías C-2 y C-3, que se propagó a otras áreas.

Un hombre de pelo entrecano señala que visitó a su hijo preso y pudo ver tirados en el suelo a entre 35 y 40 reos con parches en el rostro y otras partes del cuerpo, ya que los curaron ahí mismo horas después de la agresión.

La madre de un preso acusado de robo asegura que su hijo le contó que el ataque inició como a las 11 de la noche, contrario a las versiones oficiales del gobernador Jaime Rodríguez Calderón, quien primero señaló que fue a las 23:30 horas del miércoles y luego que recibió el primer reporte a las 00:15 horas del jueves.

También hablan de Jorge Iván Hernández Cantú, El Credo, y Juan Pedro Saldívar Farías, El Z-27 —ambos líderes de Los Zetas—, cabecillas involucrados en el conflicto, pero no aciertan a señalar quién dio la orden para cazarlos. Lo que si saben es que los dos siempre estaban rodeados de gente, y serían los últimos en participar en un pleito. De hecho, los dos sobrevivieron y ayer fueron trasladados a otros reclusorios federales.

Otra madre platica que cada semana todos sus hijos le ayudan a completar la “cuota” de mil 500 pesos que le exigen los delincuentes que controlan el penal para no golpear a otro de sus hijos que lleva más de un año en prisión. Al joven todavía le faltan dos años por cumplir la sentencia de tres años que le dieron por robo.

“Mi hijo tiene 20 años y está en shock; mataron a dos de sus amigos y a él lo golpearon con una pala en el estómago”, dice la mujer, quien señala que el muchacho es inocente. Lo detuvieron cuando atendía a dos jóvenes que le preguntaban dónde estaba la Central de Autobuses, poco después de terminar su turno laboral en una cadena comercial y haber checado tarjeta.

Los denunciantes sospechan que las autoridades penitenciarias están coludidas con los delincuentes que dominan el reclusorio, pues hay versiones de que les dicen: “Hagan lo que quieran, nada más no maten gente”.

Además, afirman, los custodios no intervinieron durante la masacre, según contaron los testigos de los hechos, quienes buscaron protegerse al alejarse de la zona de las crujías C-2 y C-3.

Se quedan sin nada. Los reclusos que permanecen en el penal de Topo Chico serán despojados de todas sus pertenencias, denunciaron sus familiares que ayer, tras más de 24 horas de espera, ingresaron a verlos. La mayoría denunciaron que los internos no habían recibido comida ni agua desde el jueves en la noche.

Esther Chávez vino desde Linares en cuanto se enteró de la gresca. Logró ver a su hermano, encerrado desde hace cinco años acusado de robo de vehículo. Tuvo que sacar del penal varias figuras y cuadros de la Santa Muerte, talladas por su familiar preso.

Cuenta que con la venta de esas artesanías obtenían el sustento para sus sobrinos. Pero ahora ya no podrán. “Además, van a tener que dormir en camas de piedra, porque le quitaron los colchones”, dijo la mujer.

Las autoridades del penal colocaron una lista con los nombres de los 233 reos que, según dijo el gobernador Rodríguez Calderón, fueron trasladados a otras prisiones.

Por lo menos tres mujeres dijeron que aunque sus familiares no aparecen en la lista, temen que sean trasladados a estados donde no podrían visitarlos.

Critican que ahora sí, después de la sangre que corrió en la cárcel, llegaron elementos de las fuerzas federales a resguardar el penal y sus alrededores. “Después de niño ahogado tapan el pozo”, comenta una mujer.

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