La omisión en el rescate a la fauna silvestre que habitaba el “Malecón Tajamar”, antes de la devastación de manglares en el polígono cancunense, el 16 de enero pasado, no sólo provocó la muerte de centenas de animales, sino que mantiene en un brete el destino de aquellas especies que lograron sobrevivir al ecocidio.

Ante la destrucción de 20 hectáreas de manglares, selva y sabana –de un polígono que en total abarca 78.4 hectáreas, de las cuales 58 son desarrollables- la sociedad civil organizada y la ciudadanía tienen como prioridad salvar a los animales e impedir que la maquinaria reingrese para rellenar con cemento.

Sin embargo, las opiniones se han dividido en torno a cómo ayudar a los cocodrilos y al resto de fauna silvestre que sobrevivió, pues existe el temor de que sacarlos, equivaldrá a que la protección legal hasta ahora brindada por Juzgados de Distrito para frenar toda obra o actividad en “Malecón Tajamar”, se desvanezca, al no existir fauna que proteger al interior del polígono.

En contraste, hay quienes se pronuncian por reubicar a los animales para darles una segunda oportunidad de vida, toda vez que de permanecer en el sitio, en donde acabaron con su hábitat y su alimento, morirán de hambre.

El rescate obligado

En la autorización de impacto ambiental que el Fonatur obtuvo de la Semarnat en julio del 2005, se establecieron términos y condicionantes que obligan al Fondo a presentar un Programa de Rescate de Flora y Fauna y a su aplicación, previo la limpia de terrenos.

Ambas dependencias aseguran que se cumplió con esa condicionante. Sin embargo, las evidencias les contradicen.

La presidenta del Grupo Ecologista del Mayab (GEMA), Aracely Domínguez, declaró su sorpresa al ser informada por el director de Ecología de Cancún, Felipe Villanueva, que los permisos de Chapeo y Desmonte que autorizó al Fonatur, se dieron con base en el Programa de Rescate realizado en 2006.

“Eso quiere decir que después de casi 10 años dejaron de existir los animales ahí ¿o cómo? ¿Por qué si dicen que se hizo la reubicación, días antes de que entraran los camiones a destruirlo todo, ninguna de las personas que ha montado guardia las 24 horas del día, desde hace seis meses, se dio cuenta.

“Son más de 50 hectáreas… buscar a los animales y ubicarlos en una extensión así, no es cualquier cosa. No es algo que puedas hacer a escondidas o muy discretamente, sobre todo en el caso de los cocodrilos. La realidad es que Fonatur no hizo ningún rescate. Rescatar fauna no es poner a iguanas en bolsas de plástico negras o echar cocodrilos a la laguna”, subrayó.

Acuerdan reubicación

El movimiento ciudadano “Salvemos Manglar Tajamar”, aceptó la colaboración del gobierno municipal de Cancún para sacar a la fauna silvestre, mañana lunes, con el respaldo de especialistas como la asociación “Amigos de Sian Ka’an” y “Onca Maya”, que darán la asesoría técnica para el traslado, que será supervisado también por la dirección del Área Natural Protegida (ANP) “Manglares de Nichupté”, cercana al polígono.

Las especies rescatadas serán llevadas a dicha ANP, que cuenta ya con un Programa de Manejo.

“Hacemos del conocimiento de la comunidad que el municipio tomó la responsabilidad de gestionar todos los aspectos legales ante las dependencias y los propietarios, así como apoyo logístico y seguridad pública en caso de ser necesario”, informó el movimiento civil.

El temor de algunos otros ciudadanos es que la suspensión provisional que el 20 de enero pasado, concedió el Juzgado Segundo de Distrito, con sede en Cancún, determina que todo debe mantenerse en el estado en que se encuentra, lo que podría implicar la imposibilidad de mover a los animales y, de hacerlo, el riesgo de violentar la disposición del juez.

El viernes pasado, el gobierno municipal aprobó por unanimidad en sesión de Cabildo –como una medida de urgente aplicación- coadyuvar en el rescate de la fauna silvestre en coordinación con la sociedad civil.

Regidores que tomaron la palabra rechazaron que la medida contravenga la suspensión provisional antes citada, bajo el argumento de que “estaría fundamentalmente dirigida a evitar deterioro ambiental en lo relativo a la fauna en esos ecosistemas”.

El gobierno encabezado por el alcalde, Paul Carrillo se mantuvo omiso ante la devastación de manglares, excepto para enviar a la fuerza pública a cercar el polígono de “Malecón Tajamar” e impedir el acceso al sitio y el libre tránsito de la ciudadanía reunida ahí el 16 y 17 de enero, lo que le ha valido críticas y el repudio de la sociedad.

La pérdida del valor ético y del sentido de humanidad

La presidenta de la Sociedad Protectora de Animales, Sara Rincón, anticipó que impedirán el rescate, al considerar que se pretende sacar a los animales, para después pretextar que no hay nada que salvar en el lugar y luego autorizar el reingreso de la maquinaria para rellenar el manglar y comenzar a construir.

Manuel Carrera, quien trabaja con cocodrilos desde hace 30 años, también se opone a movilizarlos a otro sitio, pues piensa que morirán o volverán a Tajamar, al ser animales territoriales.

“Sacar a los animales y liberarlos en zonas vecinas no es nada fácil. Todo esto es parte de la desgracia que se ocasionó”, dijo.

Para Domínguez Rodríguez es mejor correr el riesgo de intentar rescatarlos y darles una nueva oportunidad de vivir, “que dejarlos morir entre el agua podrida y en medio de cadáveres, como están ahora en el Tajamar. Si de todas maneras se van a morir de hambre adentro, hay que intentar salvarlos sacándolos de ahí”.

Al respecto, Roberto Iglesias, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), consideró que el pesimismo lleva a la ciudadanía a la pasividad, lo cual tiene como consecuencia la inactividad.

“A lo mejor los cocodrilos se tienen que morir adentro o afuera, pero lo que no podemos aceptar de ninguna manera como sociedad, es que llegue un buldozer en la madrugada y les pase encima o los sepulte bajo la tierra. (…) Reaccionar ante ello nos da un poco de humanidad”, expresó.

Para la ambientalista, el mensaje que envió la autoridad responsable al ordenar la devastación de manglares y el no impedir la masacre de los animales, implica –en términos éticos - “que la vida de los seres vivos no es relevante”.

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