Cancún

Alejado de su planeación original, que aspiraba al cuidado ambiental, la satisfacción del turista y la calidad de vida del habitante, este polo vacacional ha perdido en los últimos 45 años, 77% de sus selvas, 64% de sus dunas costeras y 68% de sus humedales. También ha visto disminuir en 97% la extensión de sus playas y 77% el arribo de tortuga marina.

En términos económicos, la tasa de desempleo es baja, pero los trabajos en la actividad terciaria —educación, salud y turismo, entre otras— son mal remunerados, pese a lo caro que es habitar en esta ciudad.

Los empleados del sector turístico ganan cinco salarios mínimos, es decir, viven con 10 mil 500 pesos mensuales, en promedio. Una renta supera los 4 mil pesos al mes en una zona céntrica, casi la mitad del sueldo.

Estos datos forman parte de una amplia investigación elaborada y presentada recientemente por la doctora en Desarrollo Económico y Sectorial, Christine Mc Coy, quien advierte que se debe poner freno y repensar el Cancún para la gente y no exclusivamente para el negocio inmediato, como el turismo.

De lo contrario, asegura, disminuirá el atractivo natural y la competitividad turística del que hoy se presume como el principal polo vacacional de México y América Latina.

“Pudimos ser una ciudad modelo, pero el tren de la exclusividad se nos fue. El reto es recuperar el Cancún que fue pensado para la gente, desde su diseño. Hoy no es un lugar para la gente”, afirma la investigadora.

Un ejemplo: cada habitante cuenta con apenas 2.3 metros cuadrados de áreas verdes, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece 12 metros cuadrados de áreas verdes por persona. El déficit es altísimo.

“Es paradójico, estando en una zona en donde predominaba la selva, la vegetación, los manglares”, comenta Christine.

Crecimiento no es desarrollo: Mc Coy

Con una licenciatura en Economía y maestrías en Administración y Relaciones Internacionales y Comunicación, por la Universidad Complutense de Madrid, España, y el Centro de Investigación y Desarrollo Económicos (CIDE), en México, Mc Coy Cador es profesora de tiempo completo en la Universidad del Caribe (Unicaribe), donde se propuso documentar por qué Cancún dista mucho de ser un modelo de sustentabilidad, aunque pudo serlo.

Para definirse como “sustentable”, el modelo tendría que cubrir tres esferas: la ecológica, la económica y la social. Actualmente se sumó un cuarto componente: la gobernanza, entendida como la participación de la comunidad en la toma de decisiones. Cancún reprueba en todas, afirma Mc Coy.

Además de la pérdida de selvas, dunas y humedales en la zona turística, de la disminución del arribo de tortuga y de extensión de playas, resalta la contaminación del Sistema Lagunar Nichupté, particularmente en la laguna Bojórquez, donde científicos han encontrado residuos de metales pesados como sulfatos, fósforo, cadmio, hierro, grasas e hidrocarburos, entre otros, sin que a la fecha se concrete un programa de rescate.

Playas públicas que no lo son

En sus tesis doctoral, la investigadora habla también de la pérdida de 85% de las playas públicas. De las 14 especificadas en el Plan Maestro del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), sólo quedan tres: Las Perlas, ChacMool y Delfines.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Mc Coy explica que aunque se puede acceder libremente a las 14 playas, sólo tres —jurídicamente hablando— conservan el uso de suelo de “playa pública”, porque al resto le cambiaron el uso de suelo a “turístico recreativo”.

El resultado es que algunas playas se vendieron, como Playa Linda, en 1990; otras, se han concesionado a particulares.

“Tenemos el caso de Playa Caracol, que era de las más céntricas y concurridas. Ahora ya no existe y es de las más erosionadas. Se concesionó a Xcaret, hay un restaurante y ahí se construyeron unos condominios y el RIU”.

La erosión

Las playas han perdido 97% de su extensión original, pasando de 308 mil 892.34 metros cuadrados, a ocho mil 243.03 metros cuadrados. Ha tenido que ver la naturaleza, pero fundamentalmente el haber construido los hoteles sobre la duna.

El impacto de huracanes como Wilma (21 de octubre 2005) recrudeció la pérdida de playas. Su rescate costó a México más de mil millones de pesos.

El tema de las playas es relevante, no sólo porque constituyen el principal activo turístico-económico de Cancún. Fonatur asumió que son un espacio “fundamental para la recreación de la población en general”.

La también periodista desmiente la versión oficial. Revela que al diseñarse Cancún, se sabía de los impactos de lotificar sobre las dunas, pero el tema se ignoró.

“Sí les dijeron que no debían construir sobre las dunas costeras. El área de Planeación y Administración de Sistemas de Infratur, les recomendó guardar una distancia de 11 metros a partir de la duna para edificar hoteles. No se cumplió”, expresó.

Empleo, pero mal pagado

Con horarios extenuantes, el cancunense dedicado a la actividad turística no tiene vida. Tiene trabajo, pero gana mal.

La tasa de desempleo es apenas del 5%, pero 52.1 de los trabajadores percibe entre dos y cinco salarios mínimos. “La mitad del suelo se le va en la renta”, comenta.

“El 86.3% trabaja en el sector terciario; sin embargo, estos empleos están sujetos a temporalidad, son inestables y con sueldos precarios”, añade.

A nivel social existe una alta deserción escolar a partir de los 15 años; se ubicaron 51 áreas con alto grado de marginación; hay 53 mil 596 personas que padecen una “muy alta” marginación y 164 mil 809 sufren “alta marginación”.

Turísticamente, aún es un éxito

Mc Coy fue a campo a preguntarle a la gente cómo se siente en Cancún, qué opina sobre la situación ambiental y turística del destino.

De acuerdo con los resultados, al menos 53% de sus encuestados reconocieron que no existe un balance entre el cuidado del medio ambiente y la actividad turística. Mientras, 54.2% ve en la zona hotelera, un sinónimo de bienestar y 60% piensa que Cancún ha perdido la fuerza económica.

Al encuestar a vacacionistas, 86% le dijo que su experiencia en este polo turístico había sido satisfactoria; un 84% regresaría al destino y el 49% opina que Cancún “está mejor que antes”. El contraste de visiones se explica fácil, menciona: una cosa es la zona hotelera —cuidada al extremo— y otra, la ciudad, relegada a un segundo plano.

Cancún es el primer destino turístico planeado en México y Latinoamérica. Infratur —hoy Fonatur— diseñó su zona hotelera y ciudad con base en diferentes estudios y variables, lo cual quedó plasmado en el Plan Maestro del Fondo, impreso en 1982, cuando el naciente destino era ya todo un éxito.

Socialmente se buscó promover el desarrollo regional. Económicamente, atraer a un millón de turistas al año, construir cuartos hoteleros, captar divisas y generar empleos.

Ambientalmente, el ideal era proteger la naturaleza, propiciar el reencuentro con los ecosistemas, ofrecer espacios turísticos que conjugasen funcionalidad y belleza y respetar las condiciones ecológicas.

“Cuando uno consulta el Plan Maestro, te das cuenta de que Cancún se diseñó con un espíritu totalmente ecológico, aunque en ninguna de sus páginas aparezca la palabra ‘sustentable’. La idea era, además, generar comunidad como un atractivo turístico”, indica Mc Coy.

En la página 6 del Plan Maestro se establece que la construcción en zona hotelera debía cuidar la densificación, para que ésta “no deteriore la imagen turística preconcebida y diseñada” del destino.

Incluso, se plasmó el anhelo de que la ciudad y la zona hotelera conformasen una estructura armónica e integrada con el medio ambiente. Lo cual no ocurrió.

Tampoco se concretaron proyectos previstos desde el origen del centro turístico, que le habrían dotado de un rostro más interesante y diverso.

Fonatur jamás consideró la construcción de puentes sobre el Sistema Lagunar Nichupté como una alternativa de movilidad en la zona turística, pero sí la existencia de al menos cuatro ferries que trasladaran a la gente cruzando el enorme cuerpo de agua.

Se proyectó un aviario en el kilómetro 2.1 y 3.1 de la zona turística; un museo etnológico, en el kilómetro 17, con teatro al aire libre, un acuario y un museo de rescate submarino.

En la zona de colegios se contempló un rancho de tenis; en el malecón Cancún, un jardín botánico; donde opera el Club Casablanca debería haber un zoológico, de acuerdo con el Plan Maestro y, a la altura de la Laguna Río Inglés, un criadero de tortugas.

El futuro

Para Christine, Cancún no supo autorregularse. “Nos pusimos la soga al cuello”. El reto ahora —asegura— es “desarrollarnos sin seguir creciendo”.

A pesar del escenario y de la resistencia de empresarios y autoridades a poner un freno al crecimiento, la investigadora comunica su esperanza, no para volver al idílico paraíso diseñado en los años 70, sino para devolver Cancún a la gente.

Propone el respeto a los topes de crecimiento establecidos en el Programa de Desarrollo Urbano, evitando modificarlo para regularizar aquello que se construyó ilegalmente.

“Controlar el crecimiento de la zona hotelera es indispensable; no quiere decir que no se toque, pero no podemos seguir viéndola como una máquina de hacer hoteles, condominios o centros comerciales.

“Tendríamos que transformar las construcciones abandonadas, rehabilitarlas o autorizar la voladura de edificios en la zona costera bajo el principio de Ecología Urbana y atender a las cuatro dimensiones de la sustentabilidad, permitiendo que la sociedad participe en la toma de decisiones, pero de verdad, no simulando”, expresó.

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