El tiburón toro se convirtió en oro molido para pescadores de las costas de Tabasco, quienes comercializan sus aletas y la carne en selectos platillos altamente cotizados en el mercado internacional. Aunque ambientalistas alertan que los escualos están en peligro de extinción, México permite su pesca en la entidad, con dos temporadas de veda al año, del 15 de mayo al 15 de junio, y en agosto.

Este animal pasó de ser una especie depredadora a ser cazada por escameros ribereños que, a bordo de sus embarcaciones y armados con arpones y redes, se hacen a la mar para la captura de varios ejemplares.

El tiburón toro también se encuentra en agua dulce, pero en el caso de Tabasco se extinguió en la desembocadura de los ríos Grijalva y Usumacinta con el Golfo de México.

Aquí, en este minúsculo puerto a orillas del corredor turístico, el mar se tiñe de rojo cuando pescadores sacrifican tres veces a la semana esta especie. Los hígados y aletas —estas segundas con precios que superan los mil dólares—, son muy cotizados para la elaboración de aceites y alimentos cotidianos y de alta cocina.

El resto de su carne es vendida en restaurantes del corredor turístico, que lo usan para cocinar la minilla y el pan de cazón, platillos tradicionales en esta zona costera.

La caída en la captura de productos marinos, las restricciones impuestas en zonas de plataformas petroleras, el deterioro de sus costas por el recalado de contaminantes y la invasión de embarcaciones foráneas, provocó que los pescadores sobreexploten su captura.

“Es la única forma de sobrevivir porque no hay manera de trabajar en otra cosa que no sea la pesca del tiburón. (…) Estamos desprotegidos, marginados, sin opciones legales y tenemos que buscarle”, dijo José Francisco Pérez Madrigal, permisionario en el municipio de Paraíso.

Los pescadores consideran que sus actividades se ven limitadas: “Estamos entre la espada y la pared”, afirman.

El investigador del Colegio de la Frontera Sur, (Ecosur), Manuel Mendoza Carranza, asegura que el tiburón toro es considerado una especie amenazada; sin embargo, su caza no está prohibida a diferencia del tiburón blanco. En el caso de caso de Tabasco, en estas fechas la captura del primero es legal.

“Tabasco tiene más de 19 especies y sólo cuatro están amenazadas, entre ellas el tiburón toro. (…) Desde una década le dan durísimo y venden en más de 400 pesos el kilo de aletas húmedo; ya seco, en el mercado internacional se cotiza en más de mil dólares”, detalla.

El tiburón toro (carcharinos leucas) es la especie más amenazada en los mares tropicales del Golfo de México y el Caribe; hace muchos años aún se le veía en agua dulce en los ríos Grijalva y Usumacinta en la reserva de la biosfera “Pantanos de Centla”, pero “el último reporte que se tiene fue en los 80 en la laguna de San Pedrito”.

Estos ejemplares viven hasta 15 años, tienen una talla de entre tres y cuatro metros de largo y un peso cercano a 100 o 150 kilogramos.

“La aleta de tiburón no tiene un boom en México; los chinos se llevan todo, un trato oscuro que para los pescadores humildes es una oferta tentativa. (…) Son platillos exquisitos que adoran los asiáticos”, explica Ornófeles Wilson Rocher, chef especialista en mariscos, propietario del restaurante El Pezone.

“Acabaron con el agua mala y ahora vienen tras la aletas; afectan el ciclo de reproducción y la cadena alimenticia del ecosistema marino”, reiteró el especialista.

Por su parte, el ambientalista Hugo Ireta, de la organización Santo Tomás, la falta de regulación y vigilancia al concluir la veda, hacen vulnerable a esta especie frente a una indiscriminada comercialización de sus aletas en el mercado asiático. “Sucede lo de siempre, no hay regulación ni vigilancia, sino una mala aplicación del marco legal por parte de Profepa (Procuraduría Federal de Protección al Ambiente)”.

Expone que mientras las autoridades no regularicen y normen la seguridad alimentaria y proteica, no se podrá ver desde un lado sustentable la explotación de estos ejemplares.

Pese a ello, la demanda impone su caza y venta, además de ser la forma de vida de los pescadores, quienes aprovechan todo el animal, incluido los dientes para elaborar artesanías.

jram

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