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La última vez que platiqué con Gonzalo Vega, en su espléndida casa de Tetelpan, de la Ciudad de México, él ya tenía mielodisplasia, un tipo de leucemia latente.

Cuando le pregunté cuál era la principal enseñanza que le había dejado la enfermedad, me dijo: “He aprendido a querer aún más a mi familia y a valorar el tiempo”.

Entonces se puso a declamar estos versos de Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte, / tan callando… / No se engañe nadie, no, / pensando que ha de durar lo que espera…”.

Quise saber de qué manera enfrentaba tan dura prueba y dijo: “Como el toro, me crezco en el castigo”, frase de un poema de Miguel Hernández.

Gonzalo Vega ya era un joven culto cuando conoció a Ofelia Guilmáin, monstruo sagrado de la actuación con quien tuvo alguna relación no sólo amorosa sino también de índole intelectual.

En el hogar de don Gonzalo hay una sala de juegos donde están muchos de los premios que obtuvo durante su trayectoria actoral.

Frente a una placa conmemorativa de Don Juan Tenorio, que representó miles de veces, citó: “Todo es pasar en nuestra vida, es partir, morir, se muere tanto en nuestra vida que lo de menos es morir”.

Aunque hablaba sin ambages acerca de la muerte, quería volver a trabajar y lo hizo.

Participó en la película Nosotros los Nobles (2013), montó nuevamente La señora presidenta, y en 2014 celebró 120 años del Teatro de la Paz, de San Luis Potosí, con Don Juan Tenorio, obra con la que se estrenó ese recinto.

Con emoción me contó que, en el mismo lugar donde estábamos charlando, alguna vez había bailado Cristina Hoyos, la sevillana que trabajó en Bodas de sangre, Carmen y El amor brujo, trilogía flamenca del cineasta Carlos Saura.

Acerca de Saura, dijo: “Es un poco un inventillo, pero se sabe rodear de gente valiosa. De flamenco no tiene ni idea”.

Gonzalo Vega trabajó con Saura en Antonieta (1982) y no tenía un buen recuerdo de esa película.

Creía que al director español le faltaba conocimiento de la realidad mexicana que vivió Antonieta Rivas Mercado.

Don Gonzalo estaba muy orgulloso de los riesgos que había tomado como actor: “Yo estaba haciendo teatro en Bellas Artes cuando Julissa me invitó a El show de terror de Rocky, donde hice a un travesti. Igual pasa cuando Ripstein me dice que tengo que besar en la boca a Roberto Cobo en El lugar sin límites. Y con mi mano de fierro en la telenovela En carne propia hasta una cumbia me hicieron, ja ja”.

Resumió su trayectoria: “Cuando me inicié en esta carrera, me propuse ser versátil y lo logré”.

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