Hizo apenas tres películas, pero ellas le bastaron para que en esos breves cuatro años de actuación sea considerado uno de los grandes mitos del cine. James Dean (1931-1955) apareció en “Al este del paraíso”, la adaptación de Elia Kazan de la novela de John Steinbeck; “Rebelde sin causa”, el drama de Nicholas Ray; y “Gigante”, su último trabajo, dirigido por George Stevens y en el que actuó con Liz Taylor y Rock Hudson. Las dos últimas cintas fueron proyectadas luego de su fatal accidente.

En su último día de vida, Dean conducía un Porsche 550 Spyder plateado hacia una carrera de autos en Salinas, acompañado por el mecánico alemán Rolf Wütherich. El reloj marcó las 5:45 p.m. cuando el carro de Dean –al que llamaba cariñosamente Little Bastard– llegó a la intersección de dos autopistas cerca de Cholame (California) y a unos 300 km al noroeste de Los Ángeles.

Allí chocó contra un Ford Tudor blanco conducido por un estudiante que resultó casi ileso de la colisión. En cambio, James Dean –el rebelde de América, como lo bautizó Ronald Reagan– sufrió una fractura de cuello que le provocó la muerte de forma instantánea, mientras que su copiloto salió despedido del auto, se fracturó una pierna y se rompió la mandíbula.

Así se convirtió en leyenda el chico nacido en Indiana que abandonó sus estudios de interpretación en la Universidad de California. Hoy su belleza rebelde mes todo un ícono americano.

rqm

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