Si quisiéramos ubicar en la primera década del siglo XX a una figura equivalente a una súper estrella de la música actual, ese sería el tenor italiano Enrico Caruso, quien en 1919 visitó la Ciudad de México para ofrecer una serie de conciertos, desatando un furor en la gente pocas veces visto en ese tiempo y EL UNIVERSAL estuvo para realizar una detallada cobertura de sus actividades.

El 22 de septiembre de 1919 se reportó  que el artista había arribado a México con el fin de cumplir una temporada de ópera que el empresario José del Rivero pactó con él, aprovechando que se presentaría en Nueva York. Pese a las recomendaciones que le hicieron tanto reporteros neoyorquinos como amigos, de no visitar nuestro país por la inestabilidad política y social que se vivía, el llamado Rey de los Tenores decidió presentarse en México, por encima de Argentina o Australia. Durante  su estancia se hospedó en la elegante residencia Mariscal de Limantour, ubicada en la calle de Bucareli.


Como si se tratara de un evento de la actualidad, una de las polémicas que se desató con la visita de esta estrella del bel canto fue el elevado costo del boleto para sus actuaciones en el Teatro Iris, hoy Teatro de la Ciudad: 20 pesos por localidad, sobre todo cuando lo haría en solitario y sin artistas nacionales que lo acompañaran, cuando en Nueva York una presentación de él, alternando con sopranos como Gilda Dalla Rizza o María Barrientos, orquesta y cuerpo de baile, costaba sólo cinco dólares, unos 10 pesos mexicanos de entonces.

Siete días previos al inicio de sus actuaciones El Rey de los Tenores le dio una amplia entrevista al reportero de esta casa, Guz Águila, en el cual contó que durante 25 años de carrera llevó una vida agitada por las presentaciones que debía cumplir de continente a continente, gracias al éxito y popularidad que gozaba; por lo mismo sólo tenía un mes de descanso en todo el año.

También recordó los momentos gloriosos de su carrera, como cuando en mayo de ese año cantó en Nueva York, en el Metropolitan, para la Fiesta de la Victoria (por el final de la Primera Guerra Mundial), o cuando lo nombraron capitán de la policía neoyorkina por su cuarto de siglo como tenor.

Además realizó su propia caricatura,  publicada en la portada de EL UNIVERSAL el 23 de septiembre.
El viernes 25 en el Teatro Arbeu se llevó a cabo un concierto homenaje y de bienvenida a Caruso, en el que participaron importantes figuras mexicanas de la ópera como Consuelo Escobar de Castro, José Mojica, María Teresa Santillán, Alejandro Lavie, Manuel Romero Malpica, por mencionar algunos. Semana y media después, a través de una carta publicada en este diario, el tenor italiano agradeció este detalle.

El 28 de septiembre el empresario taurino, y ahora de ópera, José del Rivero, respondió sobre los altos costos del boleto, explicando que el precio  se justificaba porque no contaba con subsidio del gobierno, que sólo la presencia de Enrico costaría 7 mil dólares; por eso se contrató al elenco necesario para que el tenor interpretara ciertas obras, sin contar lo caro que había salido la renta del Teatro Esperanza Iris y El Toreo de La Condesa, el vestuario y la orquesta, lo que hubiera requerido que el boleto tuviera un costo real de 50 pesos.

Además de esta aclaración, EL UNIVERSAL publicó una reseña de la vida del artista italiano y una entrevista con una de las sopranos que lo acompañaría en esta gira, la mexicana Ada Navarrete, quien  formaba parte de la compañía del Metropolitan Opera House de Nueva York.

“¡Viva Caruso!, gritaron anoche entusiasmadas hasta el delirio las 800 gentes que llenaron ayer noche el Teatro Esperanza Iris”, fue como éste diario inició la crónica de la primera presentación  que se llevó a cabo el 29 de septiembre, escena que se repitió en cada una de las 13 fechas.

El 5 de octubre, 22 mil personas se dieron cita en El Toreo de La Condesa para escuchar a Enrico Caruso y Gabriella Besanzoni con la ópera Carmen, de Bizet.

El cronista de EL UNIVERSAL destacó que más que la actuación de todo el elenco, Caruso incluido, había que destacar las ovaciones del público y la verbena popular en que se convirtió esta presentación, que pese a la lluvia no fue suspendida. El 23, en el escenario del Teatro Iris, Caruso lloró de emoción al ver como aplaudía el público por su actuación en Los payasos.

Enrico Caruso se despidió de nuestro país el 2 de noviembre en El Toreo de La Condesa, cantando piezas de Elixir de amor, Martha y Los Payasos. “Este artista único, que con su arte y su personal simpatía ha dejado en México un hueco difícil de llenar”, escribió un reportero de EL UNIVERSAL sobre el adiós de este gran artista.

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