Las negociaciones del TLCAN 2.0 cada día tienen menos que ver con asuntos estrictamente comerciales y mucho más con los tiempos políticos de Estados Unidos. Sería prácticamente imposible que a estas alturas, los cinco temas pendientes entre México, Estados Unidos y Canadá pudieran descarrilar fatalmente la modernización del Tratado. En una o dos rondas más debería tenerse listo un texto definitivo. Con el ritmo de trabajo que llevan los negociadores, la fecha previsible para mostrar la redacción final podría situarse entre junio y julio próximos.

Si el gobierno de Estados Unidos tuviera una preocupación muy marcada sobre el desenlace de las elecciones mexicanas, tuviera además algún candidato claramente favorito y pensara que el cierre de las negociaciones beneficiaría a dicho candidato, entonces sería probable que provocaran el anuncio de los acuerdos antes del 1º de julio. Sin embargo, Washington no ha dado indicios de inclinarse por alguno de nuestros presidenciables en lo particular y menos aun que perciba que el desenlace exitoso del TLCAN pudiera influir decisivamente en el ánimo de los votantes mexicanos.

Más bien, el cálculo político de la administración Trump tiene la mirada puesta en las elecciones intermedias de noviembre en los propios Estados Unidos. Y sería lógico. Desde el momento en que los tres negociadores anuncien que han concluido sus discusiones, el gobierno estadounidense tendrá 180 días para publicar el texto y enviarlo al Congreso. Trump va a necesitar mayoría en la nueva legislatura para que se apruebe el TLCAN reformado.

Este escenario lleva a pensar que será entre septiembre y octubre cuando el Represente Comercial de Estados Unidos difunda que la negociación ha concluido. Trump tendrá que aplicarse a fondo para presentarlo como un éxito de su gobierno que habrá de beneficiar a los pobladores de los estados clave en la elección. Esto, a su vez, deberá revitalizar a los candidatos republicanos y con ello lograr una sólida mayoría en el Congreso.

Hay mucho en juego en noviembre. Se sabe de antemano que los demócratas se opondrán a prácticamente cualquier texto que les presente la Casa Blanca. En parte porque la base demócrata depende más de los sindicatos y sobre todo porque aseguran que los bajos salarios de México impiden una mejoría en las percepciones de los trabajadores estadounidenses. Así, si Trump desea que se apruebe el TLCAN 2.0, debe ganar las intermedias.

Esto se une, desde luego, a las aspiraciones de reelección del propio Donald. Para el presidente de Estados Unidos es de vital importancia que las urnas le den un reconocimiento importante a su gestión. De otra manera, sus posibilidades de obtener un segundo período presidencial se reducirían considerablemente.

A la luz de estas necesidades políticas, los mexicanos tendremos que estar preparados para una campaña publicitaria como las que Trump se gasta para mostrar ante sus electores que Estados Unidos ha hecho imperar sus intereses sobre México y Canadá. Esta etapa, hacia fines de año, coincidirá con el período de transmisión de poderes en México, cuando tengamos presidente electo y presidente saliente. Idealmente debería producirse un alto nivel de coordinación entre los que llegan y los que se van. Ello dependerá, lo sabemos, de lo sencillo o complicado que nos resulte el proceso post-electoral en nuestro país. En una de esas, si el gobierno entrante de México no está conforme con el resultado de la negociación, será de nuestro lado donde se atore la suscripción del nuevo TLCAN.

Internacionalista

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