En 1862 el escritor ruso Fiódor Dostoyevski visitó el sitio de la gran Exposición Universal de Londres. Al igual que la exhibición de 1851, la de ese año tenía por objeto presentar todos los grandes avances tecnológicos, plantas y animales del mundo bajo un solo techo. Para lograrlo, el gobierno inglés mandó a construir los edificios más modernos de su época. Se utilizó una mezcla de hierro fundido y cristal para construir grandes palacios transparentes; que en una época dominada por el ladrillo asombraban a los visitantes.

Pero donde todos vieron el futuro, Dostoyevski intuyó una prisión. Para el escritor ruso estos edificios de cristal, con clima controlado y aislamiento del exterior, parecían un invernadero que creaba la falsa ilusión de que contenían el mundo entero; y sin embargo omitían la parte no deseable de la realidad. La pobreza, la guerra y el hambre ahora pertenecían al mundo de afuera y al ser omitidas del interior dejaban de importar aunque no dejaran de existir. Al igual que Marx unos años antes, Dostoyevski vió en la exhibición una muestra exacerbada y sin control del fetichismo capitalista que comenzaba a dominar al mundo.

En 2014 el filósofo Peter Sloterdijk publicó un estudio sobre la globalización titulado En el mundo interior del capital. En dicho texto, Sloterdijk usa la metáfora del palacio de cristal para referirse al mundo que la etapa actual de la globalización ha creado. “Un container de culto en el que los seres humanos rinden homenaje a los demonios de occidente, al poder del dinero, al movimiento puro y a los placeres narco estimulantes”. Quien no acepta estas premisas no puede estar adentro. Quien no está adentro, no existe. La globalización es la concretización del proyecto arquitectónico del palacio de cristal sobre nuestras vidas. Adentro del palacio sólo estamos los grandes ganadores del sistema político y económico dominante.

En muchas ocasiones utilizamos la frase “que chiquito es el mundo” cuando nos encontramos a otro mexicano en el extranjero o descubrimos que tenemos amigos en común con un desconocido. La abuela de un amigo decía que el mundo no era chiquito, pero la burguesía sí lo era. Algo similar parece entrever la metáfora del palacio de cristal. No es que el mundo sea chiquito, es que el mundo que confundimos con la realidad lo es. Hace unos días pregunté a mis alumnos cuántos de ellos tenían amigos en París y Nueva York; varios alzaron la mano y adjudicaron sus amistades al proceso de globalización. Luego pregunté cuántos de ellos tenían amigos indígenas. Nadie levantó la mano. Hubieran hecho bien en adjudicarle este hecho también al proceso de la globalización.

Los ganadores somos una minoría, pero dominamos los sistemas de comunicación y poder. Somos pocos, pero abarcamos mucho. Somos pocos pero hemos construido un mundo donde somos todo. Desde adentro confundimos el aire acondicionado con el clima, creemos que las macetas son naturaleza, y sentimos que la inclusión de algunos externos en la exhibición nos vuelve incluyentes. De vez en vez, nos es ineludible acercamos al vidrio para ver el mundo exterior, pero nunca participamos en él.

Por eso la candidatura de Marichuy es tan importante. Marichuy es la vocera del mundo que está afuera del palacio de cristal. Aquellas voces que son tan humanas como las nuestras aunque las ignoremos. Aquellos reclamos que son tan legítimos como los nuestros, aunque no acepten nuestro sistema o hablen nuestra lengua.

Hoy, el sistema político mexicano, los atiende cual OXXO a medianoche. No les abre la puerta, pero desde la ventanilla les pregunta qué quieren. Ellos no quieren ser parte del adentro, pero exigen que su voz se escuche, que su realidad sea aceptada. Para muchos, firmar por Marichuy es darles una oportunidad de participar en el sistema. Pero quizás el asunto sea al revez. Como creemos que el mundo interior lo es todo, nunca consideramos la posibilidad de que nuestro palacio sea en realidad una prisión. Quizás más que nosotros permitir a Marichuy entrar, Marichuy nos está dando una oportunidad para salir.

Analista político. @emiliolezama

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