Los lugares de trabajo son en teoría sitios donde se reúnen desde dos personas hasta cientos para alcanzar un objetivo común. Lograrlo requiere de condiciones mínimas para desempeñar las labores, en medio de un ambiente de confianza, respeto y comunicación entre mandos y subordinados.

Sin embargo no siempre es así. EL UNIVERSAL informa hoy que poco más de 18 mil personas abandonaron su centro de trabajo en 2017 por el acoso y la discriminación que se daba contra ellas.

Datos del Inegi muestran un aumento en ese tipo de situaciones, pues el año previo se registraron 17 mil 185. En 58% de los casos fueron hombres los que decidieron renunciar y el resto (42%) fueron mujeres.

Los motivos de unos y otras coinciden: discriminación por motivos de edad, orientación sexual, apariencia física, así como por el acoso o maltrato que recibían. En cinco años suman casi 100 mil personas las que decidieron darse de baja por un entorno laboral adverso.

Los datos que proporciona el Instituto Nacional de Estadística y Geografía confirman que en las oficinas se reproducen —a escala— valores, creencias y costumbres que predominan en el país. La discriminación, lamentablemente, es una actitud que no ha podido ser erradicada, generando con ello diques que obstaculizan la desaparición de desigualdades sociales y elevando el riesgo de animadversión social.

Con seguridad muchos de los incidentes no llegan a oídos de propietarios o directores de las empresas, por lo que no se toman acciones para detenerlos, a pesar de que los casos de acoso, hostigamiento y discriminacion repercuten inevitablemente en la productividad de la compañía y por tanto del país.

Es conveniente que en todas las oficinas públicas y privadas se impulse una cultura de denuncia para sancionar ese tipo de acciones con protocolos perfectamente definidos que sean conocidos por todos los trabajadores. Hasta ahora, en muchos señalamientos terminan archivados o con amonestaciones mínimas para quien acosa.

Lamentablemente, la discriminación no es exclusiva de centros de trabajo. Es una práctica que está presente en la vida pública. Reconocerla, hacerla visible, denunciarla y sancionarla son pasos urgentes que llevarán a su eventual desaparición.

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