En las sociedades democráticas es normal que las épocas de relevo del poder se convierten en una etapa en la que domina la incertidumbre. El día de la votación, y luego de que se hayan contado los sufragios, se conoce la decisión del electorado: si eligió al candidato o a la candidata, al de izquierda o al de derecha, al joven o al no tanto. Sólo entonces se vislumbra el rumbo por el que transitará ese país en el futuro inmediato.

La incertidumbre se da en todos los sectores y el económico no es la excepción. Quizá es el primero en abstenerse de emprender nuevos proyectos hasta conocer de manera clara los proyectos de quienes aspiran a gobernar un país.

México, como país inserto en la economía global e interesado en captar inversión extranjera para complementar la creación de fuentes de trabajo, requiere que los candidatos a la Presidencia de la República detallen sus propuestas en la materia para dar certeza a quienes deciden arriesgar su capital en desarrollar proyectos en suelo nacional.

El país ha consolidado rubros económicos que lo hacen competitivo a nivel mundial. El ejemplo más claro es el sector automotriz, que ha llegado a superar al petrolero, que durante décadas fue la principal actividad exportadora.

Precisamente con el fin de revitalizar la industria energética, hace unos años se permitió el acceso de capital privado a la exploración y explotación de zonas petrolíferas.

Consorcios nacionales y extranjeros han participado en licitaciones, pero entre los aspirantes presidenciales Andrés Manuel López Obrador ha planteado revertir la reforma; sin embargo, en entrevista que hoy publica EL UNIVERSAL, Olga Sánchez Cordero integrante del equipo de colaboradores del candidato, descarta la cancelación de la reforma.

En principio cada aspirante presidencial desea llevar a su nación a un mayor desarrollo y por lo tanto a expandir el bienestar, pero cada uno tiene una ruta distinta.

Por esa razón, todos los candidatos tienen el deber de no dejar ideas al aire y explicar con detalle sus propuestas en cualquier ámbito. Las dudas e incertidumbre no ayudan al clima político, menos al económico.

En la década de los 90 se hizo famosa la frase atribuida al entonces candidato demócrata estadounidense Bill Clinton: ¡Es la economía, estúpidos!, en alusión a que uno de las demandas más sentidas de la ciudadanía es que los avances se manifiesten en sus bolsillos.

Esas palabras no han perdido vigencia y siguen siendo retomadas de manera frecuente en cualquier elección.

Sería lamentable que la falta de claridad sobre el rumbo económico que postula cada candidato, comenzara a hacer estragos antes del día de la votación del primero de julio.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses