La relación México-Estados Unidos nunca ha sido fácil a lo largo de la historia. Durante casi un siglo, (buena parte del 19 y entrado el 20) la confrontación marcó la pauta. El sentimiento nacionalista incluso estaba anclado al antiamericanismo que prevalecía entre los mexicanos.

La Segunda Guerra Mundial significó el principio de un cambio en los vínculos bilaterales. Ante el conflicto bélico, Estados Unidos comprendió la importancia estratégica de México y la conveniencia de tenerlo como aliado y no como enemigo. Los nexos se consolidaron gracias a la diplomacia y a la política.

Pocas décadas después los vientos de globalización y libre comercio han llevado la relación a una “sociedad” en la que también participa Canadá, y así se había mantenido en los últimos 25 años hasta que llegó Donald Trump.

Desde el arranque de su campaña su antimexicanismo fue manifiesto y en los primeros días de su presidencia uno de los tempranos enfrentamientos que tuvo fue con nuestro país.

Además de lo anterior, el factor principal de encono ha sido la pretensión del mandatario estadounidense de levantar un muro a lo largo de la frontera con México con el argumento de detener a migrantes indocumentados y el flujo de drogas.

Esta semana Trump la inició con amenazantes mensajes en Twitter —su medio preferido de comunicación— contra nuestro país y se refirió a militarizar la frontera. El miércoles firmó la orden para desplegar hasta 4 mil elementos de la Guardia Nacional “mientras no haya muro”.

Ante los señalamientos y agresiones del actual gobierno estadounidense era urgente que en México las fuerzas políticas se unieran, a una sola voz, para reprobar los hechos. El Senado condenó las actitudes amenazantes; los candidatos a la Presidencia reaccionaron en el mismo sentido. Ayer el Presidente de la República, en un discurso a la nación, envió un mensaje a Trump: “Si sus recientes declaraciones derivan de una frustración por asuntos de política interna, de sus leyes o de sus Congresos, diríjase a ellos, no a los mexicanos […] Nada ni nadie está por encima de la dignidad de México”.

El despliegue de tropas en la frontera común es una acción intimidatoria totalmente deplorable, que no contribuye a la solución de los problemas.

México debe seguir apostando al diálogo “con seriedad y espíritu constructivo” y a la “negociación sin miedo”. En esta ruta la unidad es indispensable.

Por encima de la contienda electoral en la que se encuentra nuestro país, siempre será necesario cerrar filas ante ofensas externas. Este es el momento.

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