Para bien de México y de las nuevas generaciones, las crisis económicas son un tema del que muy poco se ha hablado en casi un cuarto de siglo.

Luego de la turbulencia de 1994-1995, que fue el punto máximo de las sacudidas económicas sexenales que se producían desde la década de los 70, se sentaron las bases para que no volvieran a presentarse escenarios de ese tipo: devaluaciones abruptas, desplome del crecimiento, reducción de las reservas internacionales e incremento de los índices inflacionarios.

Con sus vaivenes, y con retos aún por superar, la economía del país ha mostrado una relativa estabilidad con inflación bajo control, alto nivel de reservas de dólares y un crecimiento sostenido —aunque a luces insuficiente.

La autonomía del Banco de México y la presencia en mercados internacionales han servido como contrapeso cuando las variables económicas comienzan a transitar hacia territorios de riesgo. En 2016, por ejemplo, organismos y calificadoras internacionales encendieron los focos de alerta por el incremento que se estaba dando en el nivel de la deuda respecto al producto interno bruto. Esos señalamientos ameritaron una respuesta oficial en el sentido de que se corregiría el camino.

Ahora, cuando una administración está a punto de finalizar su gestión y en diciembre inicie un nuevo gobierno, la exigencia mínima para quien resulte triunfador en los comicios del próximo domingo es mantener los indicadores macroeconómicos dentro de las recomendaciones internacionales.

Cada uno de los principales candidatos ha hecho propuestas en materia económica que hoy son colocadas bajo la lupa de expertos en las páginas de EL UNIVERSAL.

Los resultados no son en absoluto favorables, pues aunque los aspirantes consideran importante la disciplina fiscal, sus ofertas de campaña las ponen en riesgo. Todos plantean ofrecer apoyos económicos a la población en general o a diversos sectores, por lo cual el primer reto será contar con ingresos públicos suficientes para concretar sus promesas y no caer en desequilibrios económicos que alterarían los principales indicadores.

Hay problemas del país que son inocultables, como inseguridad, pobreza y desigualdad —probablemente los mayores desafíos en la actualidad—, pero el tema económico no está entre los principales.

Las más de dos décadas en las que el mercado cambiario, la inflación y el nivel de reservas han tenido una relativa estabilidad no pueden perderse. Quien resulte ganador tendrá que comprometerse a una estricta disciplina; si no, lo pagaremos todos.

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