En un ejercicio inédito, la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Janine Otálora, y el presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, fueron entrevistados en conjunto en EL UNIVERSAL para dar su opinión sobre el proceso electoral en marcha y las dificultades que enfrenta.

Los titulares de las instituciones encargadas de organizar y acreditar las elecciones, con especial énfasis, enviaron el mensaje de que ahora, pese a que México atraviesa el periodo de campañas más violento que se recuerde y que todavía nos encontramos luchando por consolidar nuestra democracia, existe total certidumbre respecto a la capacidad de ambas instancias de sacar avante la jornada electoral del 1 de julio, así como sobre los propios resultados de la elección. Ambos personajes descartan el “fantasma del fraude” para los comicios y que la violencia en el país sea una amenaza para su realización.

La reunión de ambos personajes cobra importancia, además, a la luz de las críticas que ambas instancias han recibido por la incompatibilidad de criterios en su interpretación de la ley. Es por eso que, ante la duda sobre el supuesto pleito entre las dos instituciones, tanto Otálora como Córdova aclaran que las diferencias que han tenido son naturales en un sistema de contrapesos como el que tenemos. En cualquier caso, garantizan, esas discrepancias no implican riesgo alguno para los comicios en puerta.

¿Donde sí radica el riesgo que pesa sobre la elección? En los actores políticos, coinciden ambas cabezas de institución. Increíble, pero cierto: a pesar de que fueron los propios partidos políticos los que crearon el rígido sistema electoral que rige actualmente, en la última década se han dedicado a buscar argucias para darle la vuelta a las normas avaladas por ellos mismos.

El resultado del próximo 1 de julio determinará, previsiblemente, otro intento de los partidos por modificar la ley electoral y quizá, incluso, de alterar la confirmación del INE y del TEPJF, para ajustarlo a sus intereses de partido. Habría que conjurar esa posibilidad con una actuación pulcra, transparente e imparcial por parte de las dos instancias de autoridad, en los comicios venideros. Únicamente de esa manera se dejará a los políticos sin argumentos para justificar otro asalto al sistema.

Porque no hay que olvidarlo, la solidez de las instituciones no solo es útil para las elecciones próximas, sino para consolidar, de una vez por todas, la participación democrática en México.

En el fondo, lo que se debe preservar es la confianza ganada, aunque menguada con los años, en el sistema que surgió tras la caída del partido único en el año 2000. Aún hay margen de maniobra para rescatar esa confianza y las condiciones, nos dicen Córdova y Otálora, están dadas.

El día siguiente a la elección las instituciones deben seguir. Solo de esa manera habrá certezas para los comicios futuros.

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