Incontestablemente el cambio climático es una realidad. Se conocen sus causas —entre ellas la propia naturaleza de la Tierra, aunque mayormente la explotación del medio ambiente y actividad industrial realizadas por el hombre hasta ahora—, pero lo que aún es un universo oscuro que apenas comenzamos a atisbar, con pronósticos poco alentadores, adelantados hace décadas por los estudiosos, son sus efectos sobre nuestro planeta en su conjunto, sobre sus océanos, corrientes de aire, temperatura terrestre, deshielo de polos y glaciares, entre otros. Y por ello mismo todavía desconocemos las posibles consecuencias que, de seguir como vamos, sufriría la propia civilización humana.

Y se habla en genérico porque, en un escenario de catástrofes, no importarán fronteras nacionales, credos o poderío militar. Los efectos fatales devastarían por igual a países ricos o pobres, del norte o del sur.

El cambio climático no es pues sólo un problema ambiental. También es una cuestión económica, de salud humana y de seguridad alimentaria. En opinión de expertos, está claro que nuestro mundo está cambiando, y sucede más rápido de lo que nuestros mejores científicos predijeron.

Aunque todavía no exista un consenso científico unánime sobre la incidencia directa del cambio climático en la cantidad y magnitud de fenómenos meteorológicos como los huracanes —el Instituto Meteorológico de EU indicó en su más reciente reporte que aún era prematuro fijar patrones—, los científicos cada vez tienen más datos e indicios de esta relación, concretamente en lo que tiene que ver con el aumento en la fuerza, violencia y consecuencias de los ciclones.

Como botón de muestra ahí están, en las últimas dos semanas, tormentas tropicales como Harvey, Irma o José. Para el líder del Grupo Socialista del Parlamento Europeo, Gianni Pittella, basta usar un poco de sentido común para establecer la relación entre el cambio climático y estos recientes eventos climatológicos.

Eventos como Harvey deben interpretarse entonces como una señal de alerta para los gobiernos: urge acelerar las acciones para reducir las emisiones contaminantes y también prepararse, hacer las comunidades más resistentes a eventos meteorológicos aún más extremos. A partir de ya se debe mejorar la planificación urbana, evitando construcciones en zonas de riesgo y recurriendo a nuevas tecnologías.

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