Los casos abundan y se hacen visibles por decenas. Una parte importante de las mujeres de la Ciudad de México hoy salen a la calle con el temor de que puedan ser víctimas de algún delito. Existe una seria amenaza a la vida de las capitalinas, misma que se oculta en los índices de impunidad de los casos reportados y en el desinterés que las autoridades de justicia tienen en indagar en ellos.

La sensación de inseguridad que ellas viven no es solamente fruto de una coyuntura originada desde las redes sociales; existen evidencias de que la Ciudad de México es vista como un contexto peligroso para sus mujeres.

Como da a conocer hoy EL UNIVERSAL, las alcaldías Iztapalapa, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Coyoacán son las demarcaciones donde las mujeres se sienten más incómodas y asustadas, de acuerdo con información de la aplicación móvil Vive Segura CDMX. De acuerdo con esta información, cerca de la mitad de las mujeres de la capital que cuentan con dicha aplicación se han manifestado incómodas y asustadas en las alcaldías mencionadas.

Las capitalinas merecen ser protegidas por las autoridades, pero debe quedar claro que esta responsabilidad no es solo del gobierno local, sino también de las alcaldías, de modo que ambas instancias deben coordinarse en la materia.

La administración de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, tiene el reto de abatir delitos como el acoso, la intimidación, las violaciones y hasta secuestros de mujeres de la capital. Las alcaldías tienen la responsabilidad de trabajar conjuntamente con el gobierno local para que este flagelo hacia ellas termine tan pronto como sea posible.

Sin embargo, los episodios de violencia hacia mujeres reportados recientemente provocan una reflexión seria sobre la sociedad mexicana que tenemos. La inseguridad prevaleciente en el territorio nacional, particularmente en la Ciudad de México, incluye una vulnerabilidad permanente de las mujeres, sin importar la edad que tengan. Están expuestas a encontrarse en el lugar y el momento equivocado, porque si uno o varios extraños se las llevan, pueden nunca aparecer de nuevo.

Ellas no pueden vivir con miedo y ellos deben unirse en lo necesario para erradicar una cultura, profundamente enraizada en nuestro imaginario colectivo, que promueve la violencia hacia las mujeres.

Este fenómeno, que hoy se manifiesta cuando se les acosa, intimida, viola y secuestra, es una deuda que la sociedad mexicana tiene consigo misma. Los gobiernos tienen que hacer su tarea y las instituciones proceder en justicia contra los responsables, pero el fenómeno revela una profunda enfermedad colectiva cuyos síntomas se manifiestan en esta violencia. Por lo tanto, el remedio debe darse a nuestra propia colectividad.

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