La crisis económica mundial más larga y más aguda de los últimos 80 años dio inicio hace una década —el 15 de septiembre de 2008— con la bancarrota de Lehman Brothers, el cuarto banco más grande de Estados Unidos, luego de 158 años de existencia.

Conceder créditos hipotecarios a personas que no tenían la capacidad económica para hacer frente a los compromisos de pago, en combinación con medidas de especulación que impulsaron una burbuja de auge inmobiliario sostenida con alfileres, fueron algunos de los factores que detonaron la turbulencia financiera.

De los hechos ocurridos hace 10 años hay lecciones que deberían quedar bien aprendidas.

En primer lugar, la importancia de la regulación. El principio económico de que el mercado se autorregula no se cumplió. La crisis de 2008-2009 dejó en claro que se requerían reglas, debido a que instituciones financieras incurrieron en medidas de riesgo que colocaron al borde del precipicio al sistema financiero internacional.

El Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha mencionado que otra enseñanza importante es el poder del gasto público para estimular la vida económica. Después de las caídas bursátiles y del desánimo de inversionistas, las medidas adoptadas por el gobierno estadounidense sirvieron de salvavidas a su economía.

Una lección más es que las economías en riesgo pueden afectar a las democracias. El descontento por las medidas de ajuste ocasionaron crisis políticas y sociales en naciones europeas como Grecia, España, Italia y Portugal.

En 2008 los excesos fueron protagonistas. Demasiado gasto y demasiado endeudamiento contribuyeron a generar escenarios no reales de bonanza que tuvieron que ser pagados a un alto costo de manera rápida.

Hasta la fecha, acciones que se tomaron en el periodo 2007-2008 aún encienden debates en torno a si es válido que los gobiernos tengan que entrar al rescate de instituciones financieras a costa de los contribuyentes. Antes de la bancarrota de Lehman Brothers, el gobierno de EU había erogado recursos para salvar a las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac. En esa época, gobiernos europeos también acudieron al rescate de instituciones financieras en problemas.

La economía de un país no debe atarse únicamente al mercado y la competencia o, por el contrario, a la intervención gubernamental. Un balance entre ambas partes, sin olvidar los compromisos sociales, tendría que ser lo adecuado. Ahí están las lecciones de 2008 para recordarlo.

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