Desde su nombre, el país muestra una tendencia centralista. Es cierto que la denominación oficial es Estados Unidos Mexicanos, pero el grueso de la población no lo utiliza y mucho menos en el extranjero. “México” es la palabra más usada cuando se trata de hacer referencia a nuestra nación. “México”, como la ciudad capital, donde en su zona conurbada habita aproximadamente la quinta parte de la población del país, donde se genera también 20% de la actividad económica total.

La concentración del poder político y económico en la Ciudad de México durante mucho tiempo frenó el desarrollo de otras ciudades. La capital fue un imán para millones de personas. Apenas en años recientes comenzaron a surgir nuevos polos —distintos a Guadalajara y Monterrey, las otras grandes ciudades mexicanas.

El Bajío se ha convertido en un centro de desarrollo de la industria automotriz. En Querétaro comienza a despegar el sector aeronáutico. Cancún y la Riviera Maya son los sitios turísticos por excelencia del Caribe. La tasa de crecimiento de Aguascalientes en 2016 fue casi cuatro veces mayor a la que registró el país. A pesar de eso, hay numerosos estados y regiones que permanecen estancados o con escaso avance.

El próximo gobierno planea trasladar fuera de la capital a dependencias gubernamentales y secretarías de Estado. La medida despierta dudas e interrogantes sobre su viabilidad. Aunque no se han dado detalles, es de esperarse que sea un proceso paulatino a lo largo del sexenio. En 1985, tras el sismo que azotó a la capital, se intentó una acción similar porque inmuebles oficiales no podían ser ocupados por sus malas condiciones. Sólo dos dependencias concretaron el éxodo: Caminos y Puentes Federales, a Cuernavaca, e Inegi, a Aguascalientes.

EL UNIVERSAL publica hoy que varias de las ciudades que serían receptoras de las oficinas gubernamentales carecen de la infraestructura necesaria para albergar a miles de recién llegados; hay otro grupo que está en condiciones, pero limitadas. Expertos advierten que enviar secretarías y personal a esas regiones, en lugar de beneficiarlas, puede perjudicarlas.

El carácter centralista no puede ser negado, pero llevar oficinas a zonas poco desarrolladas tampoco garantizará el despegue económico; para eso se requerirían acciones adicionales, como parte de un eventual plan maestro. Sin embargo, se abre la oportunidad de que ciudades medias comiencen una nueva etapa hacia un crecimiento planificado. El explosivo crecimiento que vivió la Ciudad de México hace décadas no debe repetirse en otras regiones. Hay tiempo para hacer las cosas en orden.

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