Un paseo por los mercadillos o las calles más turísticas de Moscú revela cuál es el objeto más buscado por los extranjeros. Filas de matrioshkas de distintos tamaños, colores y temáticas inundan las estanterías en formación casi militar. Algunas ya abiertas, muestran todas las criaturas que guarda la mayor; hay otras cerradas, para que sea el comprador el que descubra el secreto.

Es poco conocido su origen. La idea más extendida es que procede de Japón, de donde, a finales del siglo XIX, trajo los primeros ejemplares un mecenas ruso. Otra sostiene que su decoración se deriva de los huevos de Pascua.

Lo que está claro es que las primeras matrioshkas rusas fueron creadas en los albores del siglo XX por Serguéi Maliutin, tornero de madera, y que el pintor artesano Vasili Zviózdochkin las decoró según la ropa tradicional de varios pueblos.

El nombre “Matriona” era uno de los más populares para las niñas rusas, de ahí que el juguete se llamara desde entonces matrioshka.

En 1900, la primera matrioshka rusa fue presentada en la Exposición Internacional de París, donde ganó una medalla de bronce.

Las matrioshkas clásicas tienen la forma de recia campesina rusa cubierta con un colorido pañuelo. Su característica forma ahuevada no ha cambiado y simboliza la idea de maternidad, fertilidad, la familia grande y unida, el nacimiento de las hijas y hasta de las nietas. Abrir la matrioshka madre e ir sacando a las más pequeñas equivale a ir descubriendo la poética alma rusa.

A partir de los años treinta del pasado siglo, el Estado soviético tomó las riendas de la producción y surgieron fábricas en distintas ciudades. En la época de la URSS había matrioshkas rusas, ucranianas, bielorrusas y de otras nacionalidades. La conquista del espacio generó toda una serie de muñecas cosmonautas, con cascos y escafandras.

Con la desintegración de la URSS se abrió el abanico y comenzó la moda de representar a los políticos de turno.

De Putin a Homero Simpson

En Moscú uno de los lugares turísticos con más oferta es la céntrica calle Arbat, una arteria peatonal repleta de tiendas de recuerdos, cafés y cadenas de restaurantes.

En las afueras, el mercadillo de Ismáilovo, hoy convertido en un mercado de pulgas, ofrece una gran variedad de matrioshkas en puestos al aire libre y a precios más bajos que en Arbat.

El visitante puede comprar la matrioshka más simple a partir de 200 rublos (algo más de tres dólares): una muñeca de tamaño pequeño con flores o dibujos de deficiente acabado. Pero a medida que mejora la calidad de los dibujos y la laca, aumenta el tiempo de elaboración y, claro, el precio, hasta alcanzar varios miles de dólares. En hacerlas, se pueden tardar desde tres minutos, hasta tres horas, semanas o meses, en el caso de las más delicadas muñecas artesanales o de autor.

Además de las más corrientes, con cinco o siete muñecas en su interior, hay figuras que esconden hasta 100 “hijas”.

En cuanto a la decoración, el elemento clave es la cultura popular, los trajes campesinos, los cuentos rusos y los paisajes nevados.

Durante la Perestroika, el proceso de apertura propiciado hace 30 años por Mijail Gorbachov, surgieron las primeras matrioshkas políticas: Marx, Lenin, Stalin, Gorbachov y Yeltsin.

¿Qué esconde la matrioshka?
¿Qué esconde la matrioshka?

Putin y Trump son ahora algunos de los personajes más populares, y aún no ha desaparecido Barack Obama. Futbolistas, personajes de Walt Disney o los Simpson también se suman a la oferta de estos souvenirs.

Existe la posibilidad de encargar una matrioshka con los miembros de una familia o del grupo de amigos, siempre que se traigan las fotos.

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